Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, te aman”
(tres veces)-
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por
los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Meditación.
Quien
ama a Nuestra Señora de la Eucaristía, termina amando, sin darse cuenta cómo, a
Jesús Eucaristía porque, como decíamos, el fin de la devoción a Nuestra Señora
de la Eucaristía es el despertar el amor a Jesús Eucaristía, si no lo había, o
bien el de aumentar cada vez más el amor a Jesús Sacramentado, si ya se lo
tiene. Y como este amor se convierte en adoración, desde el primer instante, el
objetivo final de quien es devoto a la Virgen de la Eucaristía es el de amar y
adorar la Presencia Sacramental, Eucarística, del Hijo de Dios encarnado.
Sin
embargo, hay otro fin en la devoción a Nuestra Señora de la Eucaristía, además
de amar y adorar a Jesús Sacramentado, es el de la Reparación, un fin que, si
bien es secundario respecto al primero, no es menos importante. La razón es
que, si bien hay quienes aman a la Virgen y a su Hijo en la Eucaristía, hay
muchos otros que, o son indiferentes ante la Presencia del Hijo de Dios
sacramentado, o bien profesan un odio declaradamente explícito a esta Presencia
Eucarística de Jesús de Nazareth. Y puesto que lo odian, cometen contra la
Eucaristía las mayores abominaciones, imposibles de describir y siquiera de
imaginar. Ya con el solo hecho de que un alma sea indiferente a la Presencia
real, substancial y verdadera de Jesús en la Eucaristía, ya es una ofensa hacia
Jesús Sacramentado, aun cuando en el indiferente no haya intención de ofender.
Jesús es ofendido cuando no se reconoce su Presencia sacramental, de la misma
manera a como es ofendido cuando se lo quiere explícitamente ofender.
Ahora
bien, como Nuestra Señora de la Eucaristía es Maestra y Modelo de Adoración, al
enseñarnos a adorar a su Hijo Eucaristía, hace crecer, en igual medida que el
amor y la adoración, el deseo de reparar por todos aquellos que lo ofenden, ya
sea voluntaria o involuntariamente.
Por
esto, cuanto más aumentemos nuestro amor y nuestra devoción hacia Nuestra
Señora de la Eucaristía, tanto más aumentará, en nuestros corazones, el deseo
de reparar por quienes lo ofenden. Por esta razón, una de las oraciones preferidas de
los devotos de Nuestra Señora de la Eucaristía es la oración enseñada por el
Ángel de Portugal a los Pastorcitos en una de sus apariciones: inclinándose
profundamente ante la Eucaristía, arrodillándose y tocando el suelo con la
frente, el Ángel les enseña esta oración, que debe ser la oración preferida de
todo Adoración Eucarística: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te
pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni adoran, ni aman”. Y repetir
esta oración, sin cesar, cada vez que el adorador se encuentre ante el
sagrario.
Oración
final: Un Padrenuestro, Diez Avemarías, un
Gloria.
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