Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces)-
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por
los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Meditación.
Cuando se contempla la imagen de Nuestra Señora de la
Eucaristía, se puede llegar a comprender, un poco más e iluminados por la
gracia, el sentido específico de la devoción a la Virgen como Nuestra Señora de
la Eucaristía.
En efecto, cuando contemplamos la imagen, vemos a la Virgen
que, de pie, sostiene al Niño Jesús, quien tiene unos cuatro o cinco años de
edad; el Niño Jesús, a su vez, sostiene, ayudado por su Madre, un racimo de
uvas. ¿Cuál es el significado sobrenatural de estas imágenes? ¿Es el fruto de
la casualidad, o hay un significado espiritual y sobrenatural en ellas? No es
fruto de la casualidad, y cada elemento del conjunto tiene un sentido y una
explicación bien precisos. Veamos cuáles son: la Virgen está de pie, aunque no
está caminando y sostiene entre sus brazos, como dijimos, al Niño Dios. Si nos
fijamos bien, descubriremos cuál es la actitud de la Virgen y qué es lo que quiere
de nosotros: está en una actitud de dar al Niño a aquel que la contempla, como
cuando una madre, orgullosa de su hijo, le da su hijo al que está conversando
con ella, para que el interlocutor lo sostenga por un momento entre sus brazos.
En otras palabras, la Virgen tiene la intención de darnos a su Hijo, para que
nosotros lo recibamos con fe, con amor y con piedad, ya que no es un niño más
entre tantos, sino que es Dios Hijo encarnado y el Salvador del mundo. La Virgen,
lo que quiere, es darnos el Cuerpo de su Hijo y a su Hijo en su Persona. El Niño
Jesús, a su vez, está aferrado a su Madre, pero a la vez dispuesto a soltarse
de Ella para ser recibido por quien los contempla: es el deseo de Dios Hijo al
encarnarse, el donarse, a través de la Virgen, a la humanidad entera. Por último,
el racimo de uvas no está colocado al azar: significan la Sangre de Cristo que
se derrama en la Cruz y sobre el Cáliz, cada vez, en la Santa Misa: con las
uvas se hace el vino y el vino se convierte, por las palabras de la
consagración, en la Sangre de Jesús. Así, las uvas simbolizan al Vino de la
Alianza Nueva y Eterna que se derrama en el Santo Sacrificio de la Cruz y en la
Santa Misa.
El significado, entonces, de la imagen de Nuestra Señora de
la Eucaristía, no es el de una imagen piadosa en la que una madre entrega a su hijo
para que éste sea recibido por un viandante: la Virgen representa a la Iglesia,
que nos da el Cuerpo de Cristo -la Virgen que nos da a su Hijo- y la Sangre de
Cristo -el racimo de uvas que tiene el Niño- en cada Eucaristía. Éste es el significado
sobrenatural último de la imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía.
Oración final: Un Padrenuestro, Diez Avemarías, un
Gloria.
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