Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, te aman”
(tres veces)-
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por
los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Decíamos
que la Virgen es llamada “Nuestra Señora de la Eucaristía” porque es en su seno
virginal en donde se produce la unión entre la Persona divina del Hijo de Dios
con la naturaleza humana de Jesús de Nazareth y puesto que la Eucaristía es
esto, la unión entre la Divinidad y la Humanidad y dicha unión se realiza en el
seno de la Virgen, es que, repetimos, a la Virgen se le llama “Nuestra Señora
de la Eucaristía”, con todo derecho.
Ahora bien, hay Alguien, en cuyo seno, también virginal, y
también por obra del Espíritu Santo, se realiza el mismo prodigio que el Espíritu
Santo realizó en la Virgen y ese Alguien es la Esposa Mística del Cordero, la Iglesia
Católica. En efecto, a través del sacerdocio ministerial, que participa del
Sacerdocio Único de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, la Iglesia confecciona, en
su seno virginal, el altar eucarístico, la Eucaristía. Allí, en el altar
eucarístico, en cada Santa Misa, por la acción del Espíritu Santo, se lleva a
cabo la confección del Sacramento de la Eucaristía, es decir, el Espíritu
Santo, con su omnipotencia divina, cuando el sacerdote ministerial dice las
palabras de la consagración –“Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre”-, convierte
las substancias del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
y así convertidas, las une hipostáticamente, esto es, a la Persona Divina del
Hijo de Dios, para que quede constituida la Eucaristía. En otras palabras, si en
el seno virginal de María se produce la unión entre la Divinidad del Hijo de
Dios y la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, esto es la Encarnación,
esta misma Encarnación del Hijo de Dios se prolonga, en cada Santa Misa, por
obra del Espíritu Santo, realizándose sobre el altar eucarístico, en el aquí y
ahora de la Santa Misa, la misma unión que se llevó a cabo, por obra del
Espíritu Santo, en el seno purísimo de María Santísima.
Por esta razón, podemos llamar también, a la Santa Iglesia
Católica, con todo derecho, “Nuestra Señora de la Eucaristía”.
Oración final: Un Padrenuestro, tres
Avemarías y un Gloria.
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