Meditación
Nuestra Señora de la Eucaristía es “la Mujer revestida de
sol” (Ap 12, 1) y es la Mujer
revestida de sol porque el sol es el símbolo de la gracia divina y la Virgen es
la Inhabitada por la Gracia Increada porque es la Inmaculada Concepción, la
Concebida en gracia y sin mancha de pecado original, la Inhabitada por el
Espíritu Santo desde su Concepción Purísima. Si el sol es símbolo de la gracia
divina, Nuestra Señora de la Eucaristía es la Mujer revestida de sol porque
Ella lleva en sí misma al Sol de justicia, Jesucristo, Luz indefectible y
Lámpara de la Jerusalén celestial.
Nuestra
Señora de la Eucaristía es la Mujer revestida de sol porque Ella aloja en su
seno, por la Encarnación, al Sol de justicia, Jesucristo, comportándose de esta
manera a modo de diamante celestial que atrapa la luz solar para luego irradiarla:
así como un diamante atrapa en su seno la luz del sol y, antes de irradiarla,
resplandece con esta luz, así la Virgen María recibe en su seno virginal a la
Luz eterna del Padre, su Hijo Jesucristo, para luego irradiarlo al mundo como
Luz eterna que proviene de la Luz eterna, Luz que derrota para siempre las
tinieblas del error, del pecado y del infierno. Y así como es la Virgen, así es
la Iglesia, de quien Nuestra Señora de la Eucaristía es modelo, porque la
Iglesia, por la liturgia de la Santa Misa, recibe en su seno purísimo, el altar
eucarístico, a la Luz eterna del Padre, Jesucristo, y la concentra, cual
diamante celestial, en la Eucaristía, irradiando al mundo la Luz del Padre,
Jesús en la Eucaristía. Así como Nuestra Señora de la Eucaristía se comporta,
en la Encarnación y en el Nacimiento milagroso de Jesús, como un diamante,
porque atrapa en su seno virginal a Jesús, Luz que procede eternamente del
Padre, así la Santa Madre Iglesia, por el poder del Espíritu Santo, prolonga y
renueva la Encarnación y el Nacimiento del Hijo de Dios en la consagración, comportándose
en la Santa Misa cual otro diamante sobrenatural que encierra a la Luz del
Padre en las apariencias del pan y del vino, Jesús en la Eucaristía.
Nuestra
Señora de la Eucaristía, la Mujer revestida de sol, recibe en su seno purísimo
y lleno de luz a su Hijo Jesús, que es Dios Hijo y, como tal, Invisible, para
revestirlo con su carne y con su sangre, como hace toda madre con su hijo, para
luego darlo a luz al mundo como Pan de Vida eterna y de esta manera anticipa y
prefigura la Santa Misa, en la que la Iglesia, Esposa de Cristo, Inmaculada y
Santa y también ella revestida de sol a causa de su pureza, recibe en su seno
purísimo, el altar eucarístico, a Jesús, Dios Hijo, para revestirlo con las
apariencias de pan y de vino y así hacerlo visible ante e mundo, para
entregarlo al mundo como Pan de Vida eterna.
De
esta manera, siendo Nuestra Señora de la Eucaristía la prefiguración y el
anticipo, en el que está contenida la Santa Misa, por medio de la cual la Iglesia
da al mundo el Pan Vivo bajado del cielo, la Hostia Inmaculada que ilumina las
tinieblas del mundo y del hombre, la Virgen de la Eucaristía se contrapone así
al oscurecimiento de la fe en la Eucaristía, puesto que Ella ilumina las mentes
y los corazones para que los hombres puedan reconocer, en la Eucaristía, no a
un simple pan bendecido en una ceremonia religiosa, sino al Hijo de Dios
encarnado, muerto y resucitado, que está vivo y con su Cuerpo glorioso y
resucitado en el Santísimo Sacramento del altar.
Nuestra
Señora de la Eucaristía es la Mujer que, en el Apocalipsis, protege al Niño del
ataque del Dragón: “El Dragón se detuvo delante de la Mujer (…) para devorar a
su hijo en cuanto diera a luz (pero) la Mujer dio a luz a su hijo y este fue
arrebatado al trono de Dios” (12, 1-5): en esta defensa que la Virgen hace de
su Hijo Jesús, está representada la defensa que la Iglesia, con su Magisterio
infalible, realiza frente a todas las deformaciones de la fe en la Eucaristía,
porque así como en el Apocalipsis el Dragón intenta matar al Niño, así en la
historia de la Iglesia las herejías intentan, con sus errores, matar la fe
verdadera en la Presencia real de Jesús en la Eucaristía. Pero esta defensa de
la Virgen representa también la defensa contra los ataques de los paganos y
satanistas que buscan, de todas las maneras posibles, profanar la Eucaristía.
Por
este motivo, a sus devotos, Nuestra Señora de la Eucaristía les concede la
gracia de imitarla a Ella en su condición de Diamante celestial que atrapa la
Luz eterna, el Sol Jesucristo: les concede el ser, por la gracia santificante,
como Ella, es decir, tener un corazón en gracia, lleno de luz y de amor, para
recibir la Eucaristía, el Cuerpo sacramentado de Jesús resucitado, pero también
les concede la gracia de iluminarles las mentes y los corazones con la
Sabiduría y el Amor divinos, para que sus hijos fieles reconozcan a su Hijo
Jesús en la Eucaristía y, reconociéndolo, lo amen y lo adoren, en el altar y en
el sagrario. De esta manera, la Virgen se asegura que Jesús en la Eucaristía tenga
siempre adoradores y reparadores que, con su amor y adoración, reparen
permanentemente, en todo tiempo y lugar, los innumerables ultrajes, sacrilegios
e indiferencias, con los cuales Jesús Eucaristía es continuamente ofendido.
Intención
para el Día 9 de la Novena:
Nuestra Señora de la Eucaristía,
concédenos recibir a tu Hijo Jesús en la Eucaristía con un corazón en gracia,
lleno de la luz y del Amor divinos, y de ofrecernos como víctimas del Divino
Amor y de la Divina Justicia, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Tu Hijo en la Eucaristía es continuamente
ofendido.