viernes, 7 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 9



             La Virgen de la Eucaristía, prefiguración del sacerdocio ministerial
         En la imagen, la Virgen aparece sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo, mientras que con el otro, al tiempo que lo señala, le ayuda al Niño a sostener el racimo de uvas.
         Este gesto de la Virgen nos indica dos cosas: por un lado, no es una madre más que sostiene a su niño pequeño: es la Virgen María, la Madre de Dios, en cuyos brazos descansa nada menos que Dios Hijo, el Creador de cielos y tierra, el Dios de majestad infinita, al que los cielos no pueden contener en su inmensa gloria. De esto se ve el inmenso poder de María Santísima, poder que pasa desapercibido al contemplar su imagen, pues se cree que es una mujer que lleva a su hijo y nada  más, pero cuya verdadera dimensión surge cuando se considera que ese Niño al que lleva la Virgen, es nada menos que Dios Hijo en Persona. ¡Cuánto poder y cuánta fuerza tiene la Virgen María, para llevar en sus brazos al Hijo de Dios, y al mismo tiempo, cuánta ternura en su Corazón Inmaculado, para que todo un Dios se digne descansar entre sus brazos! Con razón María es llamada “Sagrario Viviente”, “Tabernáculo de Dios Altísimo”, “Custodia Purísima y viviente del Señor Jesús”.
         Debido a que la Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia, esta actitud suya de llevar al Niño en sus brazos, y el hecho de ser llamado “Sagrario Viviente”, prefiguran al sacerdocio ministerial: al igual que la Virgen, el sacerdote lleva en sus manos al Hijo de Dios, cuando lo eleva en la ostentación eucarística, luego de la consagración y, al igual que la Virgen, el sacerdote se convierte en una Custodia viviente, cuando después de la consagración exhibe, para su adoración, la Eucaristía recién consagrada.
         Todo cristiano está llamado, del mismo modo a como la Virgen lleva a su Hijo Jesús entre sus brazos, a llevar a Jesús Eucaristía en el corazón, y todo cristiano está llamado a convertirse, por la gracia santificante y la comunión eucarística, en sagrario y custodia viviente del Cordero de Dios.
         La otra reflexión a la que nos lleva la imagen, es el gesto de ayudar a sostener, con su brazo derecho, las uvas, pero si nos fijamos bien, al mismo tiempo, nos está señalando a su Hijo, y esto nos recuerda su intervención en las Bodas de Caná, cuando dice a los servidores: “Hagan lo que Él les diga”.
         Quien se acerca a María, recibe a Jesús y a sus dones, como los servidores de Caná: al obedecer la orden de la Virgen, obtuvieron como recompensa un milagro maravilloso, la conversión del agua en vino.
         Quien se acerca a la Iglesia, recibe a Jesús en la Eucaristía; quien obedece a la Iglesia, en su mandato de asistir a Misa los domingos, obtiene como recompensa un milagro maravilloso, la conversión de su corazón, de tinaja de arcilla vacía, en cáliz de oro que alberga la Sangre del Cordero de Dios.
         Intención para el día 9 de la Novena
         Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de la conversión del corazón, de tinaja de arcilla vacía, en cáliz de oro que albergue la Sangre de tu Hijo Jesús.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 8



La tierna imagen de la Virgen de la Eucaristía, que sostiene en sus brazos a su Niño, y el gesto de éste último de compartir sus uvas con quien se le acerca, en nada presagian los dolorosos acontecimientos de la Pasión, en los que ese Niño, ya adulto, será asesinado por los viñadores homicidas (cfr. Mt 21, 33-43), representación de los hombres pecadores.
Al contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía debemos por lo tanto tener presentes dos cosas: por un lado, el don que Dios Padre nos hace de su Hijo, a través de la Virgen Madre, don que es solo Amor, ya que no se puede deducir otra cosa de la dulce imagen familiar que representa.
En efecto, la intención de Dios Padre no es otra que la de comunicarnos su Amor por medio de su Hijo, quien viene a este mundo no en el esplendor y la majestad celestial que en sí mismo posee desde la eternidad, sino en brazos de su Madre Virgen. Para quien dudara de las intenciones de Dios, no tiene más que contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía: Dios Hijo, por encargo del Padre, viene a nuestro mundo, a través de la Virgen Madre, para donarnos su Espíritu Santo, su Amor divino. En otras palabras, la imagen en sí misma transmite, con toda claridad, cuáles son las intenciones de Dios al acercarse a los hombres: brindarles su Amor, y para eso viene como Niño en brazos de una Madre: ¿quién puede temer a un niño pequeño y a su madre?
Pero el otro aspecto que debemos también considerar, al contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía, es la respuesta que el hombre da a la manifestación de Amor de Dios Padre en su Hijo Jesús, por medio de la Virgen: los hombres, representados en los viñadores asesinos, golpearán al Hijo de Dios, lo insultarán, lo condenarán a muerte, lo flagelarán, lo crucificarán, y le darán muerte de Cruz. Al Amor de Dios, los hombres responden con la crucifixión de Dios Hijo, encarnación de ese Amor. El Niño, llamado Vid verdadera, que ofrece sus uvas, cuando adulto, será triturado en la vendimia de la Pasión, y su muerte en Cruz será la expresión más cruda del duro corazón humano, que al Amor del Padre responde matando al Hijo.
Al ser Dios Justicia infinita, podría pensarse que, al rechazar los hombres su Amor, crucificando a su Hijo, debería cerrar para siempre la puertas del cielo, pero en Dios su Misericordia sobrepasa a la Justicia, y es así como, la Sangre que mana a borbotones de las heridas abiertas de Jesús y de su Sagrado Corazón traspasado, se convierten en el signo del perdón y del Amor divino, que no se rinde ante la malicia humana.
El Niño que dona las uvas es Cristo que dona su Sangre y con su Sangre su Amor divino, el Amor del Padre y del Hijo, y el Amor divino se nos comunica a pesar de nuestra malicia. En el Niño de la Virgen de la Eucaristía vemos entonces la manifestación del insondable, incomprensible, inabarcable Amor de Dios Uno y Trino.
         Intención para el día 8 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de contemplar, en la Sangre de tu Hijo, el insondable Amor de Dios Padre por los hombres pecadores.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 7



El don de la Santísima Trinidad a cada hombre en particular, representado en la Virgen de la Eucaristía
¿Qué vemos en la imagen de la Virgen de la Eucaristía?
Vistos con ojos solamente humanos, sin la fe, en la imagen de la Virgen de la Eucaristía vemos a una madre más, entre otras, que muestra orgullosa a su hijo, quien a su vez transmite su amor de niño al que se le acerca, compartiendo sus uvas.
Sin embargo, no se trata de una madre más, ya que la fe nos dice que es la Virgen, Madre de Dios, que nos brinda a su Hijo, Jesús de Nazareth, en su niñez, el cual a su vez, en un gesto de amor de niño, comparte con amor lo que tiene, un racimo de uvas, que prefiguran el vino de la Misa, que es su Sangre, la que será derramada en el sacrificio de la Cruz.
Pero la Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia, de modo que en la escena está representada la Iglesia, Esposa del Cordero, en su acto de donar el fruto de sus entrañas virginales, que es el altar eucarístico, a Jesús Eucaristía, concebido por el poder del Espíritu Santo. En la Virgen de la Eucaristía, que dona a su Hijo, concebido por el poder del Espíritu Santo en su seno virgen, hay una prefiguración de la Iglesia que, por el poder del Espíritu Santo, desplegado con toda su potencia divina en la consagración, convierte el pan y el vino en el altar eucarístico, el seno virgen de la Iglesia, para donarnos a Jesús, Pan de Vida eterna.
Pero hay en la Virgen de la Eucaristía todavía otra misteriosa representación: en su realidad última y primigenia, la imagen representa a la Santísima Trinidad, ya que el origen del don de la Madre de Dios, que es el don de la Iglesia, Jesús, Dios Hijo en la Eucaristía, es Dios Padre, para que Él, por medio de su Sangre, representada en las uvas, done al Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo, cuando su Corazón sea traspasado en la Cruz.

Intención para el día 7 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, te suplicamos que nos concedas la gracia de apreciar y agradecer siempre el don de la Eucaristía, que proviene de la Santísima Trinidad.

martes, 4 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 6



La Virgen de la Eucaristía, el Niño Jesús, y las tinajas de las Bodas de Caná
El Niño Jesús, llevado por la Virgen en sus brazos, es la Vid verdadera, y puesto que es la Vid verdadera, es de donde se obtendrá, ya de adulto, su Sangre, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna. Precisamente, como prefiguración de ese admirable milagro, obra en Caná el milagro de la conversión del agua en vino, milagro que anticipa la conversión, en la Santa Misa, del vino en su Sangre.
La significación de este milagro, puede hacer quedar en un segundo plano otro evento que, bien visto, merece ser considerado, ya que hay una prefiguración del cristiano mismo. El elemento que puede pasar desapercibido, y que tiene importancia, son las tinajas de arcilla, las cuales se encuentran, primero, vacías, cuando se termina el vino de los esposos, luego, son llenadas de agua por los sirvientes, por indicación de la Virgen María, y por último, al convertirse el agua en vino, quedan repletas de vino exquisito, de la mejor calidad.
Es importante detenerse en la significación y la importancia que para el cristiano y su vida espiritual tienen las tinajas de arcilla. ¿Cuál es el significado? En las bodas de Caná, las tinajas están primero vacías, luego llenas de agua, y finalmente, llenas de un vino exquisito. Las tinajas son una representación del corazón humano: cuando se vacían del primer vino, el vino de los esposos, significan el corazón humano sin Dios, que se ha vaciado del verdadero Amor, degustando los placeres terrenos; las tinajas con agua, significan la gracia santificante, que no solo le hace olvidar los gustos y placeres mundanos, sino que prepara y dispone al corazón humano para que reciba a la Gracia Increada, Cristo Jesús; las tinajas con vino exquisito, de la mejor calidad, representan precisamente a Cristo, Gracia Increada, que se dona a sí mismo en la efusión de Sangre de su Corazón traspasado, Sangre que es el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, que se sirve para ser libada por los corazones en gracia, en el banquete celestial, la Santa Misa.
En las tinajas de arcilla de las Bodas de Caná puede entonces el cristiano ver el itinerario de lo que debe ser la conversión de su propio corazón: primero vacío por el hastío del mundo; luego lleno de la gracia santificante, donada en el sacramento de la confesión; finalmente, lleno del Vino de la Alianza Nueva y Eterna.
Y, al igual que los esposos de Caná, que se alegraron sobremanera por este don inesperado -¿quién podría imaginarse que la Madre de Dios en Persona, la Virgen María, interviniese nada menos que ante su Hijo, para pedirle que haga un milagro?-, así también el cristiano, obteniendo el estado de gracia por la intercesión de María, se llena de alegría al ver que su corazón rebosa y se inunda con la Sangre del Cordero de Dios.
Como en Caná, también en este banquete escatológico que es la Santa Misa, María nos pide que hagamos lo que Él nos diga: ofrezcamos la tinaja de agua de nuestra humanidad para que Él la convierta en el vino santo de su divinidad.

Intención para el Día 6 de la Novena: Virgen de la Eucaristía, haz que nuestros corazones sean como otras tantas tinajas vacías, como las de Caná de Galilea, para que sean llenadas con el agua cristalina de la gracia santificante primero, y luego con el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de tu Hijo Jesús.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 5



Nuestra Señora de la Eucaristía, las uvas del Niño y las Bodas de Caná
         Las uvas que trae el Niño nos recuerdan al vino que se elabora con ellas, y el vino a su vez nos recuerda al episodio de las Bodas de Caná. Es importante meditar el episodio, el cual está representado en la imagen de la Virgen de la Eucaristía.
En el episodio evangélico, los esposos se quedan sin vino, lo cual supone un grave contratiempo en un momento de fiesta y de celebración. Ante la situación, es la Virgen María quien se percata de lo sucedido y, movida por su amor maternal, decide intervenir a favor de los esposos, pidiendo a Jesús un milagro: “Hijo, no tienen vino”.
La falta de vino en la fiesta de los esposos significa la vida humana, la vida del hombre, de todo hombre, sin fe sobrenatural en Cristo Dios. El hecho de que los esposos no puedan celebrar, al haberse terminado el vino, significa que la vida humana, sin fe en Cristo Jesús como Dios Hijo encarnado, es una vida vacía y sin gusto, sin sentido, tal como una tinaja vacía.
Es por esto que cuando la Virgen le dice a Jesús: “Hijo, no tienen más vino”, le está diciendo también: “Hijo, no tienen más fe en Ti; haz un milagro, obra en sus vidas, ilumina sus corazones, para que así iluminados te contemplen, te amen, y salven sus almas”. En Caná, la Virgen le pide un milagro a Jesús, para que los esposos puedan alegrar su boda; en respuesta, Jesús obra un maravilloso milagro, convirtiendo el agua de las tinajas, en vino exquisito, de la mejor calidad. A pedido de su Madre, la Virgen, Jesús obra un milagro, por medio del cual los esposos no solo se alegran porque ya tienen vino para festejar, sino ante todo porque quedan deslumbrados por la Persona del Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazareth, que les concede un nuevo y más profundo motivo de alegría: Dios se ha encarnado para llevarnos a la vida eterna, a la feliz contemplación de la Trinidad en los cielos.
Las uvas del Niño de la Virgen de la Eucaristía nos recuerdan entonces al milagro de la conversión del agua en vino en las Bodas de Caná, milagro que anticipa y prefigura el don de la fe sobrenatural en Cristo Dios, fe que da sentido a la vida y la colma de dicha celestial, embriagando al alma con la Alegría misma de Dios.
Oración para el Día 5 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestros corazones, al beber el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús, rebosen con la Alegría del Amor divino.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 4



Nuestra Señora de la Eucaristía y el Vino que se hace con las uvas del Niño
         Las uvas que lleva el Niño recuerdan a las palabras de Jesús en las que Él se identifica con una vid: “Yo Soy la Vid verdadera”. Jesús es la Vid verdadera, triturada en la vendimia de la Pasión; Él es la Vid de donde se obtiene el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Cordero de Dios, Sangre con la cual Dios Padre sella el pacto de salvación de los hombres. Por Jesús, Vid verdadera, los hombres obtienen el Vino Nuevo, el Vino con el que Dios Padre celebrará las bodas de su Hijo con la humanidad, bodas por las cuales los hombres no sólo se verán libres de sus enemigos mortales, el demonio, el mundo y la carne, sino que obtendrán también un don inimaginable, un tesoro inapreciable, un regalo imposible de concebir, el don de la filiación divina.
         Este Vino celestial, obtenido de la Vid verdadera, embriaga con la alegría y el Amor mismo de Dios Uno y Trino; es un Vino de calidad exquisita, ya que surge del seno mismo de la Trinidad, el Corazón traspasado del Hombre-Dios Jesucristo.
         El Vino de la Vid verdadera, la Sangre del Cordero, es servido por Dios Padre en el banquete celestial, la Santa Misa, para acompañar los otros manjares venidos del cielo: el Pan de Vida eterna, y la Carne del Cordero de Dios, el Cuerpo de Jesús glorioso y resucitado.
         El Vino que se obtiene con la vendimia de las uvas de la Vid verdadera, es el sello de Amor de Dios Padre, que responde con el don del perdón, del amor y de la misericordia a los viñadores asesinos, los hombres pecadores, que con sus pecados asesinan a su Hijo en la Cruz.
         El Vino que se hace con las uvas del Niño que lleva la Virgen de la Eucaristía es, por todo esto,  un Vino de calidad exquisita, obtenido a altísimo precio, y por eso quien lo consume debe tener su corazón y su alma dispuesta por la gracia santificante: ha sido obtenido al precio de la vida del Hombre-Dios, y no puede ser libado en cualquier cáliz, sino que el cáliz debe ser un corazón purificado por el dolor de los pecados y probado por la humillación y la tribulación, y debe ser además purificado, por dentro y por fuera, con la gracia santificante. 
           Intención para el Día 4 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestro único deleite sea el Banquete Celestial, la Santa Misa, en donde se sirve el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de tu Hijo Jesús. Amén.