martes, 18 de diciembre de 2012

Aunque padezcan turbulencias de amargura, torrentes de dolor, no os alejéis del Corazón del Padre


"Mis hijos:
Aunque padezcan turbulencias de amargura, torrentes de dolor, NO OS ALEJÉIS DEL CORAZÓN DEL PADRE.
Él os sostiene desde el dolor.
No os dejéis abatir, entregaos a la BONDAD y MISERICORDIA y encontraréis consuelo y serenidad".

"Permítenos, Señor, conocerte, amarte y seguirte y, aunque nos falten las fuerzas, PERMANECE EN NOSOTROS Y AMPÁRANOS, PADRE NUESTRO.
DANOS TU BENDICIÓN y condúcenos por tu generosa Bondad a Vuestro Corazón, para que desde Él obremos según tu Santa Voluntad. Amén".

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Reflejad Mi Amor y contagiad la alegría de ser hijos predilectos



Mis hijos: 
Vivid acorde a las enseñanzas que provienen de lo auténtico y puro de la gloriosa Vida eterna.
Llevad Mi Luz, Mis hijos, la Luz que permanece en los mansos y humildes.
Reflejad todo mi amor que enciende a quienes lo reciben, y contagiad la alegría de ser hijos predilectos.
Llevad siempre vuestra mirada al Cielo y comprenderéis que sólo de él nace el verdadero Amor que serena y da paz.
Os bendigo. Amén.

martes, 30 de octubre de 2012

Nuestra Señora de la Eucaristía y la Santa Misa



         Toda devoción mariana tiene una característica y un mensaje particular, que se deriva de diversos factores o elementos, como la geografía, el lugar de la aparición, la localidad de donde es patrona, el nombre mismo de la Virgen, etc. Pero también toda devoción mariana tiene un mensaje universal, que está comprendido en todas y cada una de sus advocaciones.
         Así, por ejemplo, en la devoción a Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, el mensaje central de esta devoción es el pedido del rezo del Santo Rosario por parte del pueblo fiel; en la advocación de la Virgen como “Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa”, el mensaje central de la devoción es el aumento de la confianza en la Virgen María como “Medianera de todas las gracias”, puesto que, por disposición divina, puede conseguir cualquier gracia necesaria para la salvación eterna; en la devoción a la Virgen, en su advocación como “María Rosa Mística”, el mensaje central es el pedido de oración, sacrificios y reparación, por los pecados de los hombres, pero sobre todo de los consagrados cuyos pecados, por su misma condición de consagrados, adquieren una gravedad especial; en las apariciones de Nuestra Señora de Fátima, el mensaje central posee múltiples características: rezo del Rosario, sacrificios, penitencia, advertencia del peligro real de la condenación en el infierno, adoración a Jesús, presente en el Santísimo Sacramento del altar. Así podríamos seguir, indefinidamente, con cada devoción mariana, y en cada una encontraríamos un mensaje particular, que la diferencia de las demás.
         En el caso de la Virgen de la Eucaristía, el mensaje central está relacionado con la devoción y el amor a la Santa Misa y, por el hecho de que se manifestó un 30 de octubre, vísperas de Halloween, con la adoración eucarística reparadora, teniendo en cuenta el origen explícitamente satánico de esta festividad pagana.
        Un aspecto de la devoción a la Virgen de la Eucaristía entonces, es la de la adoración eucarística reparadora, por el motivo mencionado: su día se celebra el día antes de Halloween, fiesta pagana y satánica en la que se cometen los más abominables sacrilegios contra la Eucaristía. La Virgen de la Eucaristía quiere que honremos, amemos, adoremos, a su Hijo Jesús, por todos aquellos que no aman, ni esperan, ni adoran, y sobre todo por aquellos que lo ultrajan en su Presencia eucarística.
         El devoto de la Virgen de la Eucaristía, por lo tanto, debe caracterizarse por estos dos aspectos: la devoción a la Santa Misa y el amor a la Eucaristía, manifestado en la adoración eucarística reparadora.
         Ahora bien, ser devoto de la Virgen de la Eucaristía no quiere decir simplemente asistir a Misa cotidianamente y comulgar, para continuar la vida, después de la Misa, de modo rutinario, inmersos en el mundo; no es esto lo que la Virgen nos pide a través de su devoción, porque la asistencia a la Santa Misa implica algo muchísimo más sacrificado que el caminar y dirigir los pasos hacia el templo en donde se celebra la Misa; implica algo más laborioso que simplemente estar presente físicamente en el lugar en donde se celebra la Santa Misa; ser devotos de la Virgen de la Eucaristía implica un esfuerzo físico y espiritual que ni remotamente se agota en la preparación de las andas de la Virgen, la procesión, las oraciones, los cantos.
         La devoción a la Virgen de la Eucaristía implica el empeño de todo el ser metafísico, de todo el acto de ser de la persona; es decir, implica la puesta en acto de todas las potencialidades, sobre todo espirituales, de la persona, porque implica la participación consciente y activa a la Santa Misa, la cual no es una celebración religiosa piadosa más, como tantas otras que se realizan en otras sociedades religiosas: la Santa Misa es la renovación sacramental del único sacrificio del Calvario; es la Presencia de Jesús, el Hombre-Dios, en el misterio de su redención, que actualiza su sacrificio redentor por medio de la liturgia sacramental; es la actuación, en el tiempo y en el espacio, por medio de la liturgia eucarística de la Iglesia, del sacrificio en Cruz del Salvador, sacrificio por el cual Cristo Dios derrota definitivamente a los tres grandes enemigos del hombre: el demonio, el mundo y el pecado; es la actualización de la ofrenda sacrificial agradable al Padre, el Cordero del sacrificio, que se inmola en la Cruz y se eleva a los cielos como Hostia Santa y Pura.
         Y porque la Misa es este misterio inefable, incomprensible, inagotable, el devoto a la Virgen de la Eucaristía no puede asistir a la Misa como quien asiste a una mera celebración religiosa; debe asistir con la intención de ofrecerse, él mismo, con todo su acto de ser, con toda su alma, con todo su cuerpo, con toda su historia personal, con su pasado, su presente y su futuro, como víctima de la Divina Justicia y de la Divina Misericordia, unido a la Víctima por excelencia, Jesús de Nazareth; y si se ofrece como víctima junto a la Víctima, debe vivir las bienaventuranzas y llevar la Cruz de todos los días, sin quejas ni amarguras, para ser crucificado junto a Jesús.
        
         Quien no asista a la Santa Misa con esta disposición del alma, no puede considerarse verdadero devoto de Nuestra Señora de la Eucaristía. Si alguien se encuentra en esa situación, la de descubrirse como devoto meramente externo de la Virgen, puede pedir la gracia de asistir a la Santa Misa como víctima para ser ofrecida junto a la Víctima Inocente, Cristo Jesús, con la certeza de que la Virgen, como Madre amorosa que es, se la concederá.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 9



             La Virgen de la Eucaristía, prefiguración del sacerdocio ministerial
         En la imagen, la Virgen aparece sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo, mientras que con el otro, al tiempo que lo señala, le ayuda al Niño a sostener el racimo de uvas.
         Este gesto de la Virgen nos indica dos cosas: por un lado, no es una madre más que sostiene a su niño pequeño: es la Virgen María, la Madre de Dios, en cuyos brazos descansa nada menos que Dios Hijo, el Creador de cielos y tierra, el Dios de majestad infinita, al que los cielos no pueden contener en su inmensa gloria. De esto se ve el inmenso poder de María Santísima, poder que pasa desapercibido al contemplar su imagen, pues se cree que es una mujer que lleva a su hijo y nada  más, pero cuya verdadera dimensión surge cuando se considera que ese Niño al que lleva la Virgen, es nada menos que Dios Hijo en Persona. ¡Cuánto poder y cuánta fuerza tiene la Virgen María, para llevar en sus brazos al Hijo de Dios, y al mismo tiempo, cuánta ternura en su Corazón Inmaculado, para que todo un Dios se digne descansar entre sus brazos! Con razón María es llamada “Sagrario Viviente”, “Tabernáculo de Dios Altísimo”, “Custodia Purísima y viviente del Señor Jesús”.
         Debido a que la Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia, esta actitud suya de llevar al Niño en sus brazos, y el hecho de ser llamado “Sagrario Viviente”, prefiguran al sacerdocio ministerial: al igual que la Virgen, el sacerdote lleva en sus manos al Hijo de Dios, cuando lo eleva en la ostentación eucarística, luego de la consagración y, al igual que la Virgen, el sacerdote se convierte en una Custodia viviente, cuando después de la consagración exhibe, para su adoración, la Eucaristía recién consagrada.
         Todo cristiano está llamado, del mismo modo a como la Virgen lleva a su Hijo Jesús entre sus brazos, a llevar a Jesús Eucaristía en el corazón, y todo cristiano está llamado a convertirse, por la gracia santificante y la comunión eucarística, en sagrario y custodia viviente del Cordero de Dios.
         La otra reflexión a la que nos lleva la imagen, es el gesto de ayudar a sostener, con su brazo derecho, las uvas, pero si nos fijamos bien, al mismo tiempo, nos está señalando a su Hijo, y esto nos recuerda su intervención en las Bodas de Caná, cuando dice a los servidores: “Hagan lo que Él les diga”.
         Quien se acerca a María, recibe a Jesús y a sus dones, como los servidores de Caná: al obedecer la orden de la Virgen, obtuvieron como recompensa un milagro maravilloso, la conversión del agua en vino.
         Quien se acerca a la Iglesia, recibe a Jesús en la Eucaristía; quien obedece a la Iglesia, en su mandato de asistir a Misa los domingos, obtiene como recompensa un milagro maravilloso, la conversión de su corazón, de tinaja de arcilla vacía, en cáliz de oro que alberga la Sangre del Cordero de Dios.
         Intención para el día 9 de la Novena
         Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de la conversión del corazón, de tinaja de arcilla vacía, en cáliz de oro que albergue la Sangre de tu Hijo Jesús.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 8



La tierna imagen de la Virgen de la Eucaristía, que sostiene en sus brazos a su Niño, y el gesto de éste último de compartir sus uvas con quien se le acerca, en nada presagian los dolorosos acontecimientos de la Pasión, en los que ese Niño, ya adulto, será asesinado por los viñadores homicidas (cfr. Mt 21, 33-43), representación de los hombres pecadores.
Al contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía debemos por lo tanto tener presentes dos cosas: por un lado, el don que Dios Padre nos hace de su Hijo, a través de la Virgen Madre, don que es solo Amor, ya que no se puede deducir otra cosa de la dulce imagen familiar que representa.
En efecto, la intención de Dios Padre no es otra que la de comunicarnos su Amor por medio de su Hijo, quien viene a este mundo no en el esplendor y la majestad celestial que en sí mismo posee desde la eternidad, sino en brazos de su Madre Virgen. Para quien dudara de las intenciones de Dios, no tiene más que contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía: Dios Hijo, por encargo del Padre, viene a nuestro mundo, a través de la Virgen Madre, para donarnos su Espíritu Santo, su Amor divino. En otras palabras, la imagen en sí misma transmite, con toda claridad, cuáles son las intenciones de Dios al acercarse a los hombres: brindarles su Amor, y para eso viene como Niño en brazos de una Madre: ¿quién puede temer a un niño pequeño y a su madre?
Pero el otro aspecto que debemos también considerar, al contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía, es la respuesta que el hombre da a la manifestación de Amor de Dios Padre en su Hijo Jesús, por medio de la Virgen: los hombres, representados en los viñadores asesinos, golpearán al Hijo de Dios, lo insultarán, lo condenarán a muerte, lo flagelarán, lo crucificarán, y le darán muerte de Cruz. Al Amor de Dios, los hombres responden con la crucifixión de Dios Hijo, encarnación de ese Amor. El Niño, llamado Vid verdadera, que ofrece sus uvas, cuando adulto, será triturado en la vendimia de la Pasión, y su muerte en Cruz será la expresión más cruda del duro corazón humano, que al Amor del Padre responde matando al Hijo.
Al ser Dios Justicia infinita, podría pensarse que, al rechazar los hombres su Amor, crucificando a su Hijo, debería cerrar para siempre la puertas del cielo, pero en Dios su Misericordia sobrepasa a la Justicia, y es así como, la Sangre que mana a borbotones de las heridas abiertas de Jesús y de su Sagrado Corazón traspasado, se convierten en el signo del perdón y del Amor divino, que no se rinde ante la malicia humana.
El Niño que dona las uvas es Cristo que dona su Sangre y con su Sangre su Amor divino, el Amor del Padre y del Hijo, y el Amor divino se nos comunica a pesar de nuestra malicia. En el Niño de la Virgen de la Eucaristía vemos entonces la manifestación del insondable, incomprensible, inabarcable Amor de Dios Uno y Trino.
         Intención para el día 8 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de contemplar, en la Sangre de tu Hijo, el insondable Amor de Dios Padre por los hombres pecadores.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 7



El don de la Santísima Trinidad a cada hombre en particular, representado en la Virgen de la Eucaristía
¿Qué vemos en la imagen de la Virgen de la Eucaristía?
Vistos con ojos solamente humanos, sin la fe, en la imagen de la Virgen de la Eucaristía vemos a una madre más, entre otras, que muestra orgullosa a su hijo, quien a su vez transmite su amor de niño al que se le acerca, compartiendo sus uvas.
Sin embargo, no se trata de una madre más, ya que la fe nos dice que es la Virgen, Madre de Dios, que nos brinda a su Hijo, Jesús de Nazareth, en su niñez, el cual a su vez, en un gesto de amor de niño, comparte con amor lo que tiene, un racimo de uvas, que prefiguran el vino de la Misa, que es su Sangre, la que será derramada en el sacrificio de la Cruz.
Pero la Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia, de modo que en la escena está representada la Iglesia, Esposa del Cordero, en su acto de donar el fruto de sus entrañas virginales, que es el altar eucarístico, a Jesús Eucaristía, concebido por el poder del Espíritu Santo. En la Virgen de la Eucaristía, que dona a su Hijo, concebido por el poder del Espíritu Santo en su seno virgen, hay una prefiguración de la Iglesia que, por el poder del Espíritu Santo, desplegado con toda su potencia divina en la consagración, convierte el pan y el vino en el altar eucarístico, el seno virgen de la Iglesia, para donarnos a Jesús, Pan de Vida eterna.
Pero hay en la Virgen de la Eucaristía todavía otra misteriosa representación: en su realidad última y primigenia, la imagen representa a la Santísima Trinidad, ya que el origen del don de la Madre de Dios, que es el don de la Iglesia, Jesús, Dios Hijo en la Eucaristía, es Dios Padre, para que Él, por medio de su Sangre, representada en las uvas, done al Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo, cuando su Corazón sea traspasado en la Cruz.

Intención para el día 7 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, te suplicamos que nos concedas la gracia de apreciar y agradecer siempre el don de la Eucaristía, que proviene de la Santísima Trinidad.

martes, 4 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 6



La Virgen de la Eucaristía, el Niño Jesús, y las tinajas de las Bodas de Caná
El Niño Jesús, llevado por la Virgen en sus brazos, es la Vid verdadera, y puesto que es la Vid verdadera, es de donde se obtendrá, ya de adulto, su Sangre, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna. Precisamente, como prefiguración de ese admirable milagro, obra en Caná el milagro de la conversión del agua en vino, milagro que anticipa la conversión, en la Santa Misa, del vino en su Sangre.
La significación de este milagro, puede hacer quedar en un segundo plano otro evento que, bien visto, merece ser considerado, ya que hay una prefiguración del cristiano mismo. El elemento que puede pasar desapercibido, y que tiene importancia, son las tinajas de arcilla, las cuales se encuentran, primero, vacías, cuando se termina el vino de los esposos, luego, son llenadas de agua por los sirvientes, por indicación de la Virgen María, y por último, al convertirse el agua en vino, quedan repletas de vino exquisito, de la mejor calidad.
Es importante detenerse en la significación y la importancia que para el cristiano y su vida espiritual tienen las tinajas de arcilla. ¿Cuál es el significado? En las bodas de Caná, las tinajas están primero vacías, luego llenas de agua, y finalmente, llenas de un vino exquisito. Las tinajas son una representación del corazón humano: cuando se vacían del primer vino, el vino de los esposos, significan el corazón humano sin Dios, que se ha vaciado del verdadero Amor, degustando los placeres terrenos; las tinajas con agua, significan la gracia santificante, que no solo le hace olvidar los gustos y placeres mundanos, sino que prepara y dispone al corazón humano para que reciba a la Gracia Increada, Cristo Jesús; las tinajas con vino exquisito, de la mejor calidad, representan precisamente a Cristo, Gracia Increada, que se dona a sí mismo en la efusión de Sangre de su Corazón traspasado, Sangre que es el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, que se sirve para ser libada por los corazones en gracia, en el banquete celestial, la Santa Misa.
En las tinajas de arcilla de las Bodas de Caná puede entonces el cristiano ver el itinerario de lo que debe ser la conversión de su propio corazón: primero vacío por el hastío del mundo; luego lleno de la gracia santificante, donada en el sacramento de la confesión; finalmente, lleno del Vino de la Alianza Nueva y Eterna.
Y, al igual que los esposos de Caná, que se alegraron sobremanera por este don inesperado -¿quién podría imaginarse que la Madre de Dios en Persona, la Virgen María, interviniese nada menos que ante su Hijo, para pedirle que haga un milagro?-, así también el cristiano, obteniendo el estado de gracia por la intercesión de María, se llena de alegría al ver que su corazón rebosa y se inunda con la Sangre del Cordero de Dios.
Como en Caná, también en este banquete escatológico que es la Santa Misa, María nos pide que hagamos lo que Él nos diga: ofrezcamos la tinaja de agua de nuestra humanidad para que Él la convierta en el vino santo de su divinidad.

Intención para el Día 6 de la Novena: Virgen de la Eucaristía, haz que nuestros corazones sean como otras tantas tinajas vacías, como las de Caná de Galilea, para que sean llenadas con el agua cristalina de la gracia santificante primero, y luego con el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de tu Hijo Jesús.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 5



Nuestra Señora de la Eucaristía, las uvas del Niño y las Bodas de Caná
         Las uvas que trae el Niño nos recuerdan al vino que se elabora con ellas, y el vino a su vez nos recuerda al episodio de las Bodas de Caná. Es importante meditar el episodio, el cual está representado en la imagen de la Virgen de la Eucaristía.
En el episodio evangélico, los esposos se quedan sin vino, lo cual supone un grave contratiempo en un momento de fiesta y de celebración. Ante la situación, es la Virgen María quien se percata de lo sucedido y, movida por su amor maternal, decide intervenir a favor de los esposos, pidiendo a Jesús un milagro: “Hijo, no tienen vino”.
La falta de vino en la fiesta de los esposos significa la vida humana, la vida del hombre, de todo hombre, sin fe sobrenatural en Cristo Dios. El hecho de que los esposos no puedan celebrar, al haberse terminado el vino, significa que la vida humana, sin fe en Cristo Jesús como Dios Hijo encarnado, es una vida vacía y sin gusto, sin sentido, tal como una tinaja vacía.
Es por esto que cuando la Virgen le dice a Jesús: “Hijo, no tienen más vino”, le está diciendo también: “Hijo, no tienen más fe en Ti; haz un milagro, obra en sus vidas, ilumina sus corazones, para que así iluminados te contemplen, te amen, y salven sus almas”. En Caná, la Virgen le pide un milagro a Jesús, para que los esposos puedan alegrar su boda; en respuesta, Jesús obra un maravilloso milagro, convirtiendo el agua de las tinajas, en vino exquisito, de la mejor calidad. A pedido de su Madre, la Virgen, Jesús obra un milagro, por medio del cual los esposos no solo se alegran porque ya tienen vino para festejar, sino ante todo porque quedan deslumbrados por la Persona del Hijo de Dios encarnado, Jesús de Nazareth, que les concede un nuevo y más profundo motivo de alegría: Dios se ha encarnado para llevarnos a la vida eterna, a la feliz contemplación de la Trinidad en los cielos.
Las uvas del Niño de la Virgen de la Eucaristía nos recuerdan entonces al milagro de la conversión del agua en vino en las Bodas de Caná, milagro que anticipa y prefigura el don de la fe sobrenatural en Cristo Dios, fe que da sentido a la vida y la colma de dicha celestial, embriagando al alma con la Alegría misma de Dios.
Oración para el Día 5 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestros corazones, al beber el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús, rebosen con la Alegría del Amor divino.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 4



Nuestra Señora de la Eucaristía y el Vino que se hace con las uvas del Niño
         Las uvas que lleva el Niño recuerdan a las palabras de Jesús en las que Él se identifica con una vid: “Yo Soy la Vid verdadera”. Jesús es la Vid verdadera, triturada en la vendimia de la Pasión; Él es la Vid de donde se obtiene el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre del Cordero de Dios, Sangre con la cual Dios Padre sella el pacto de salvación de los hombres. Por Jesús, Vid verdadera, los hombres obtienen el Vino Nuevo, el Vino con el que Dios Padre celebrará las bodas de su Hijo con la humanidad, bodas por las cuales los hombres no sólo se verán libres de sus enemigos mortales, el demonio, el mundo y la carne, sino que obtendrán también un don inimaginable, un tesoro inapreciable, un regalo imposible de concebir, el don de la filiación divina.
         Este Vino celestial, obtenido de la Vid verdadera, embriaga con la alegría y el Amor mismo de Dios Uno y Trino; es un Vino de calidad exquisita, ya que surge del seno mismo de la Trinidad, el Corazón traspasado del Hombre-Dios Jesucristo.
         El Vino de la Vid verdadera, la Sangre del Cordero, es servido por Dios Padre en el banquete celestial, la Santa Misa, para acompañar los otros manjares venidos del cielo: el Pan de Vida eterna, y la Carne del Cordero de Dios, el Cuerpo de Jesús glorioso y resucitado.
         El Vino que se obtiene con la vendimia de las uvas de la Vid verdadera, es el sello de Amor de Dios Padre, que responde con el don del perdón, del amor y de la misericordia a los viñadores asesinos, los hombres pecadores, que con sus pecados asesinan a su Hijo en la Cruz.
         El Vino que se hace con las uvas del Niño que lleva la Virgen de la Eucaristía es, por todo esto,  un Vino de calidad exquisita, obtenido a altísimo precio, y por eso quien lo consume debe tener su corazón y su alma dispuesta por la gracia santificante: ha sido obtenido al precio de la vida del Hombre-Dios, y no puede ser libado en cualquier cáliz, sino que el cáliz debe ser un corazón purificado por el dolor de los pecados y probado por la humillación y la tribulación, y debe ser además purificado, por dentro y por fuera, con la gracia santificante. 
           Intención para el Día 4 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestro único deleite sea el Banquete Celestial, la Santa Misa, en donde se sirve el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de tu Hijo Jesús. Amén.

jueves, 30 de agosto de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 3



         La Virgen de la Eucaristía y el Niño, representación de la Santa Misa
    Como toda devoción, Nuestra Señora de la Eucaristía tiene también una característica particular, y es la asistencia a Misa, ya que como vimos, es una representación de la Iglesia en su acto litúrgico más importante, la celebración de la Misa, por la cual nos ofrece al Hijo de Dios como Pan de Vida eterna.
         Ahora bien, como hijos de Dios, debemos tener presente que asistir a Misa implica algo más que la presencia física, y que la participación no se limita a ocupar un lugar, a entonar canciones y recitar oraciones; tampoco se reduce a ponerse de pie y hacer fila para comulgar, y no termina con la bendición final del sacerdote; por el contrario, es el momento en que inicia la misión del cristiano.
         El cristiano que asiste a Misa debe hacerlo convencido de que no es él quien decide asistir, sino que es el Espíritu Santo el que lo convoca, y lo hace para que contemple a Cristo Dios, según relata el Evangelio de Lucas: “(Simeón) concurrió al Templo, movido por el Espíritu Santo (…) a ver a Cristo el Señor” (cfr. Lc 2, 26-27).
         Por otra parte, la participación activa que se requiere del fiel laico-y con mucha mayor razón del sacerdote ministerial que celebra la Misa- no consiste en aplaudir, bailar, cantar, o inventar “misas temáticas”, sino en ofrecerse voluntaria y libremente, como víctima, junto a y en la Víctima Inocente, Jesucristo, que se inmola en el altar para la expiación de los pecados de los hombres y para concedernos la filiación divina. El estado de inocencia y santidad, necesarios para la asistencia a Misa, se obtiene con un corazón contrito y humillado –es lo que se ofrece a Dios- y con la gracia santificante que se nos brinda en los sacramentos.
         Asistir a Misa es asistir al Calvario, ya que se trata de la renovación incruenta del sacrificio de Cristo en la Cruz, y es por esto que la disposición del cristiano debe ser la misma de la Virgen y de Juan Evangelista en el Monte Calvario: esto quiere decir que no debe pretender que la Misa sea “corta”, “divertida”, “interesante”, “temática”, sino que debe disponer su espíritu a la adoración del Hombre-Dios que se manifiesta en la Cruz del altar y derrama su Sangre en el cáliz eucarístico.
         Por último, la bendición final del sacerdote no es una despedida, con la cual el cristiano puede volver tranquilamente a sus ocupaciones habituales, como si nada hubiera pasado, desconectando así el sacrificio del altar del cual acaba de participar, con su vida cotidiana: la bendición final del sacerdote, más que indicar un final de un acto litúrgico, indica el inicio de la actividad misional de la Iglesia y del laico como miembro vivo de la Iglesia, y la misión del cristiano que acaba de asistir a Misa es la misma misión de las santas mujeres el día de la resurrección: “llenas de alegría, corrieron a dar la noticia de que el Señor había resucitado”; todavía más, el cristiano debe anunciar no solo que Cristo ha resucitado, que el sepulcro está vacío porque su Cuerpo ya no está más en el sepulcro, sino que el sepulcro está vacío porque Cristo, con su Cuerpo glorioso, resucitado, lleno de la vida, de la gloria y del amor de Dios, está de pie, vivo, luminoso y resplandeciente, como el Domingo de Resurrección, en la piedra del altar y en el sagrario.
         La devoción a la Virgen de la Eucaristía implica una participación espiritual interior y activa a la Santa Misa, consciente del insondable misterio del sacrificio del Hombre-Dios que se renueva sacramentalmente en el altar.
             Intención para el Día 4 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que como fieles devotos tuyos, crezcamos cada día más en el amor a la Santa Misa. Amén.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 2



         La Virgen de la Eucaristía nos brinda al Niño, y el Niño, las uvas
        En la imagen, la Virgen sostiene al Niño con una mano, mientras que con la otra lo señala, además de ayudar al Niño a sostener el racimo de uvas. Con este gesto, la Virgen nos indica dos cosas: que el Niño viene a nosotros a través suyo, y que las uvas que el Niño trae, son para nosotros.
Ahora bien, hay algo más en este doble hecho expresado por la imagen. Debido a que la Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia, en el gesto de darnos a su Hijo, y con Él las uvas que el Niño trae, está prefigurada la acción litúrgica más importante de la Iglesia, la Santa Misa.
Del mismo modo a como la Virgen de la Eucaristía nos brinda a su Niño, concebido en su seno virgen por el poder del Espíritu Santo, y nacido en Belén, Casa de Pan, para manifestarse al mundo como Pan de Vida eterna, así también la Iglesia, por el poder del Espíritu Santo, que se manifiesta con toda su potencia divina en la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre, concibe en su seno virgen, el altar eucarístico, a Jesús, Pan de Vida eterna.
La acción de la Virgen de la Eucaristía de darnos a su Hijo, Pan de Vida eterna, concebido en su seno virginal por el Espíritu Santo, es entonces una representación de la Iglesia en su acto de dar al mundo, por la Santa Misa, el fruto de sus entrañas virginales, la Eucaristía.
         Y en el gesto del Niño y de la Virgen de darnos las uvas, hay algo más que la generosidad de un niño que comparte su racimo con el que se le acerca: es la representación del don que Cristo hace de su Sangre en el sacrificio de la Cruz, Sangre que es recogida en el cáliz del altar por el sacerdote ministerial para ser ofrecida al Padre por la salvación eterna de los hombres.
         No es casualidad que las uvas sean llevadas por el Niño de la imagen: Jesús es la Vid verdadera, triturada en la vendimia de la Pasión, de donde se obtiene el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre que mana de sus heridas abiertas, la misma Sangre que se derrama incontenible en el alma por la comunión eucarística.
          Intención para el Día 2 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, que nos brindas a tu Niño Jesús, haz que el don de su Sangre, representado en las uvas, encienda en nuestros corazones el fuego del Amor divino. Amén.

         

martes, 28 de agosto de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 1



      La Virgen de la Eucaristía, la Mujer del Génesis, de la Pasión y del Apocalipsis
      Vista con ojos humanos, la imagen de la Virgen de la Eucaristía, en la que la Virgen sostiene con una mano al Niño Dios, mientras que con la otra nos lo señala, parece mostrar sólo a una madre con su hijo, a quien lleva en brazos, orgullosa de él, mientras éste ofrece y convida a quien se le acerca de su ramo de uvas.
         Sin embargo, no se trata de una imagen más entre tantas; no se trata solamente de una madre sosteniendo orgullosa a su hijo pequeño. Se trata del misterio de la Mujer del Génesis, que aplasta la cabeza de la Serpiente Antigua, el demonio (cfr. Gn 3, 15); se trata de la Mujer de las bodas de Caná (cfr. Jn 2, 1ss), llamada Omnipotencia Suplicante, ante cuyo pedido el Amor de Dios se derrama incontenible sobre los hombres, como lo demuestra la conversión del agua en vino por parte del Hijo de Dios, aun cuando no había llegado decretada por el Padre; se trata de la Mujer del Apocalipsis, “toda vestida de sol, con la luna a sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza” (Ap 12, 1), símbolos de la plenitud de gracia con que Dios la creó, como Inmaculada Concepción; es la Mujer que huye al desierto con alas de águila, poniendo a su Hijo a salvo del Dragón rojo, que inyecta a los hombres el veneno de la rebelión contra Dios; se trata de la Mujer al pie de la Cruz , convertida por designio divino en Madre de Dios en la Encarnación (Lc 1, 26-27) y en Madre de los hombres en el Calvario (Jn 19, 26-27).
         No es una madre más; es la Madre de Dios, que sostiene a su Dios y Creador en sus brazos, y así demuestra la razón por la cual el infierno todo tiembla y aúlla de terror con sólo escuchar su nombre, pues su poder, que lo tiene participado del mismo Dios, no sólo le permite aplastar la cabeza del Príncipe de las tinieblas (cfr. Gn 3, 15), sino llevar en brazos al mismo Dios.
         No se trata de una madre más, y tampoco el niño es un niño más entre tantos. El Niño, que esta Madre porta en sus brazos, es Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, que elige la edad de la niñez para manifestársenos, porque Él, que como Dios es la fuente increada de la Inocencia y de la Pureza, tiene un corazón de niño.
         Y la Madre y el Niño nos ofrecen uvas, uvas con las que se hará el vino, vino que se convertirá en la Sangre del Niño Dios, Sangre que se derramará en la Cruz del Calvario y será recogida en el cáliz del altar, para ser dada a los hombres como bebida de salvación.
         La imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía parece una imagen más entre otras, pero encierra un misterio insondable.
         Intención para el Día 1 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de ver en Ti a la Mujer del Génesis, de la Pasión y del Apocalipsis, que aplasta la cabeza de la Serpiente Antigua con el peso del poder de Dios. Amén. 

viernes, 22 de junio de 2012

Poema para la partida de Daisy a la Casa del Padre



Quiero compartirles este hermoso poema, escrito por un alma en oración, el día en el que mi adorada Madre comenzó su agonía, es decir, su paso de esta vida a la Casa del Padre.





Mamá Daisy en Río Senguer, Chubut, con tres de sus cinco hijos, de izquierda a derecha: Constanza, Álvaro, Gonzalo. Todavía no habían llegado María José y Mariana.

Domingo 10 de junio - 2012 - 13hs.
Recibí en el corazón:
"Hoy los ángeles preparan
la mansión celestial
Daisy retorna gloriosa
a la luz eternal.

Ya su aura resplandece
sobre halos de bondad,
su hijo ha preparado
el sitial angelical,
donde su vida eterna
se iniciará,
para servir a Dios
por siempre,
con eterna felicidad".

martes, 7 de febrero de 2012

El camino a la santidad está dotado de una fuerza sobrenatural



En la fidelidad cristiana se aprende a amar. Es en el encuentro amoroso con el Padre en donde nos hacemos almas luminosas y simples, almas que denotan humildad en una entrega confiada que destella en lo simple de un Amor puro en una continuidad de una auténtica y plena Verdad, una maravillosa y filial bondad que abraza y consuela, una magnánima fuerza que nos anima a seguir en la luz que engendra paz y que nos guía y protege.
Los caminos a la santidad están dotados de una superior y sobrenatural FUERZA, de un impulso que nos fusiona a diversos encuentros con el cielo, que nos anima a respirar en esa dulzura que se esparce desde una entrega generosa y confiada.
Ese pedacito de cielo que se disfruta cuando nos dejamos abrazar por un CORAZÓN que no cesa de amar, que nos permite ser parte de un plan divino que reviste nuestros días en la tierra con un aroma celestial y sereno.