jueves, 1 de junio de 2017

Quién es el Niño que nos trae la Virgen de la Eucaristía


         El Niño que nos trae Nuestra Señora de la Eucaristía entre sus brazos, tiene unos dos o tres años. Como todo niño, comenzó su existencia terrena en el útero de María, como un cigoto, es decir, como una célula fecundada, tal como sucede en los embarazos humanos. Sin embargo, la particularidad de su concepción, es que los cromosomas y genes pertenecientes al padre, no fueron aportados por hombre alguno, sino que fueron creados de la nada, por la omnipotencia divina, para poder así completar su carga genética. La razón es que el Niño que nos trae la Virgen, no es como un niño humano más, sino que es Dios Hijo encarnado, esto es, unido personalmente –hipostáticamente- a una naturaleza humana.
         Esto significa que el Niño tiene dos naturalezas, una divina, que le pertenece por ser el Hijo de Dios, es decir, la Segunda Persona de la Trinidad, y una humana, por haber sido creada esta naturaleza en el momento de su concepción, sin que ninguna de ambas naturalezas esté mezclada con la otra, ni se confundan la una con la otra. Desde el momento de la concepción, el Niño tenía conciencia de ser Él Dios Hijo, y esa es la razón por la que se lo llama “Niño Dios”, porque es Dios Hijo que se une a una naturaleza humana y viene a nosotros como un Niño, sin dejar de ser Dios.
         En la imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía, el Niño, como dijimos, tiene unos dos o tres años, y esto significa dos cosas: por un lado, que si Dios viene como un cigoto, como un embrión, como un niño pequeño, es para que no tengamos excusas en acercarnos a Él, ya que no viene en el esplendor de su gloria, sino, precisamente, como un Niño pequeño, y nadie tiene temor de acercarse a un niño pequeño. El otro significado tiene relación con la Virgen: como Madre de Dios, la Virgen sostiene entre sus brazos a Dios hecho Niño, lo cual significa que sus brazos son fuertes, tan fuertes como para sostener y estrechar, contra su Corazón a un Dios. Y si la Virgen hace esto con el Niño Dios, también lo hará con nosotros, que somos sus hijos adoptivos y que, para entrar en el Reino de los cielos, debemos ser “como niños”, con la inocencia y la pureza de la niñez, que solo la obtenemos por la gracia santificante. Entonces, tenemos que pedirle a la Virgen de la Eucaristía la gracia de querer ser como niños espiritualmente –lo cual no significa ser infantiles-, para que Ella nos lleve entre sus brazos, nos estreche contra su Inmaculado Corazón, y nos conduzca al Reino de Dios. Y para ser como niños espiritualmente, tenemos que recibir la gracia y la gracia la recibimos por los Sacramentos, principalmente la Confesión sacramental y la Eucaristía.

         Nuestra Señora de la Eucaristía nos enseña que, así como un niño pequeño, que acaba de golpearse y a causa del golpe comienza a llorar y a buscar el consuelo de su madre, así también debemos hacer nosotros, cuando nos suceda alguna tribulación: acudir, como niños pequeños, a los brazos de Nuestra Madre del cielo y Ella, con todo su amor materno, nos llevará entre sus brazos, nos estrechará contra su Inmaculado Corazón y nos hará conocer a su Hijo, el Niño Dios, que trae uvas en sus pequeñas manos. Nuestra Señora de la Eucaristía nos trae a Dios, que viene como un Niño que nos convida uvas, para que sepamos que Dios nos ama y que siempre podemos y debemos confiar en Él.

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