(Homilía para niños de Primaria)
Desde que el Arcángel Gabriel le dijo a la Virgen que Dios
Padre la había elegido para que sea la Mamá de Dios Hijo, para la Virgen no
hubo nada en el mundo que amara, sino a su Hijo Jesús y si amaba algo que no
fuera Jesús, lo amaba para Él y por Él. La Virgen siempre estaba pensando en
Jesús, en cómo cuando Él, cuando fuera grande, iba a entregar su Cuerpo en la
Cruz y derramar su Sangre por sus heridas, para salvar a todos los hombres. Cuando
Jesús estaba en su panza, y era más chiquitito que una cabeza de alfiler, la
Virgen le cantaba canciones para niños y soñaba con el día en el que lo iba a
abrazar. Mientras tanto, y como hace toda mamá con su hijo en la panza, lo
alimentaba en el interior de la panza, para que Jesús fuera creciendo y, de una
célula pequeñita, se fuera haciendo un bebé cada vez más grande. Y cuando nació
milagrosamente en Belén, la Virgen lo envolvió en pañales y le dio el calor de
su Corazón Purísimo, y después, cuando Jesús iba creciendo, en todo momento, la
Virgen estaba siempre pendiente de su Hijo Jesús, y cuando no lo veía, siempre
pensaba en Él y lo amaba con todo el amor de su Corazón. Cuando Jesús ya fue
grande y se fue a predicar, también la Virgen lo acompañaba con su oración, y
cuando lo crucificaron, fue la única que se quedó todo el tiempo, al lado de la
cruz, ofreciéndolo al Padre para nuestra salvación, aun cuando eso quería decir
que Ella se moría en vida, porque Jesús era la vida de su Corazón. Y cuando
Jesús murió, la Virgen lo recibió cuando lo bajaron de la cruz, y lavó sus
heridas, la tierra, y la sangre que las cubrían, con sus lágrimas, porque era
tanto el llanto de la Virgen, que con sus lágrimas lavó todo el Rostro de
Jesús. Y cuando a Jesús lo sepultaron, la Virgen estuvo haciendo duelo el
Viernes y el Sábado, esperando la Resurrección, y se alegró mucho cuando Jesús
resucitó, porque fue la primera a la que se le apareció. Desde que Jesús estuvo
en su panza, después que el ángel le anunció que iba a ser Madre de Dios, y
durante toda la vida de Jesús, hasta su muerte en cruz y resurrección, la
Virgen tuvo un solo pensamiento: Jesús, y un solo amor: Jesús. Es por esto que, a cada segundo, y en cada respiro, la Virgen repetía una sola frase: "Jesús, te amo".
Al igual que la Virgen de la Eucaristía, que también
nosotros tengamos un solo pensamiento en nuestra vida: Jesús Eucaristía, y también
un solo amor en el corazón: Jesús Eucaristía, y junto con la Virgen, digamos siempre: "Jesús Eucaristía, te amo".
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