martes, 29 de octubre de 2013

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía (IX)


         Meditación

         Nuestra Señora de la Eucaristía es “la Mujer revestida de sol” (Ap 12, 1) y es la Mujer revestida de sol porque el sol es el símbolo de la gracia divina y la Virgen es la Inhabitada por la Gracia Increada porque es la Inmaculada Concepción, la Concebida en gracia y sin mancha de pecado original, la Inhabitada por el Espíritu Santo desde su Concepción Purísima. Si el sol es símbolo de la gracia divina, Nuestra Señora de la Eucaristía es la Mujer revestida de sol porque Ella lleva en sí misma al Sol de justicia, Jesucristo, Luz indefectible y Lámpara de la Jerusalén celestial.
Nuestra Señora de la Eucaristía es la Mujer revestida de sol porque Ella aloja en su seno, por la Encarnación, al Sol de justicia, Jesucristo, comportándose de esta manera a modo de diamante celestial que atrapa la luz solar para luego irradiarla: así como un diamante atrapa en su seno la luz del sol y, antes de irradiarla, resplandece con esta luz, así la Virgen María recibe en su seno virginal a la Luz eterna del Padre, su Hijo Jesucristo, para luego irradiarlo al mundo como Luz eterna que proviene de la Luz eterna, Luz que derrota para siempre las tinieblas del error, del pecado y del infierno. Y así como es la Virgen, así es la Iglesia, de quien Nuestra Señora de la Eucaristía es modelo, porque la Iglesia, por la liturgia de la Santa Misa, recibe en su seno purísimo, el altar eucarístico, a la Luz eterna del Padre, Jesucristo, y la concentra, cual diamante celestial, en la Eucaristía, irradiando al mundo la Luz del Padre, Jesús en la Eucaristía. Así como Nuestra Señora de la Eucaristía se comporta, en la Encarnación y en el Nacimiento milagroso de Jesús, como un diamante, porque atrapa en su seno virginal a Jesús, Luz que procede eternamente del Padre, así la Santa Madre Iglesia, por el poder del Espíritu Santo, prolonga y renueva la Encarnación y el Nacimiento del Hijo de Dios en la consagración, comportándose en la Santa Misa cual otro diamante sobrenatural que encierra a la Luz del Padre en las apariencias del pan y del vino, Jesús en la Eucaristía.
Nuestra Señora de la Eucaristía, la Mujer revestida de sol, recibe en su seno purísimo y lleno de luz a su Hijo Jesús, que es Dios Hijo y, como tal, Invisible, para revestirlo con su carne y con su sangre, como hace toda madre con su hijo, para luego darlo a luz al mundo como Pan de Vida eterna y de esta manera anticipa y prefigura la Santa Misa, en la que la Iglesia, Esposa de Cristo, Inmaculada y Santa y también ella revestida de sol a causa de su pureza, recibe en su seno purísimo, el altar eucarístico, a Jesús, Dios Hijo, para revestirlo con las apariencias de pan y de vino y así hacerlo visible ante e mundo, para entregarlo al mundo como Pan de Vida eterna.
De esta manera, siendo Nuestra Señora de la Eucaristía la prefiguración y el anticipo, en el que está contenida la Santa Misa, por medio de la cual la Iglesia da al mundo el Pan Vivo bajado del cielo, la Hostia Inmaculada que ilumina las tinieblas del mundo y del hombre, la Virgen de la Eucaristía se contrapone así al oscurecimiento de la fe en la Eucaristía, puesto que Ella ilumina las mentes y los corazones para que los hombres puedan reconocer, en la Eucaristía, no a un simple pan bendecido en una ceremonia religiosa, sino al Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado, que está vivo y con su Cuerpo glorioso y resucitado en el Santísimo Sacramento del altar.
Nuestra Señora de la Eucaristía es la Mujer que, en el Apocalipsis, protege al Niño del ataque del Dragón: “El Dragón se detuvo delante de la Mujer (…) para devorar a su hijo en cuanto diera a luz (pero) la Mujer dio a luz a su hijo y este fue arrebatado al trono de Dios” (12, 1-5): en esta defensa que la Virgen hace de su Hijo Jesús, está representada la defensa que la Iglesia, con su Magisterio infalible, realiza frente a todas las deformaciones de la fe en la Eucaristía, porque así como en el Apocalipsis el Dragón intenta matar al Niño, así en la historia de la Iglesia las herejías intentan, con sus errores, matar la fe verdadera en la Presencia real de Jesús en la Eucaristía. Pero esta defensa de la Virgen representa también la defensa contra los ataques de los paganos y satanistas que buscan, de todas las maneras posibles, profanar la Eucaristía.
Por este motivo, a sus devotos, Nuestra Señora de la Eucaristía les concede la gracia de imitarla a Ella en su condición de Diamante celestial que atrapa la Luz eterna, el Sol Jesucristo: les concede el ser, por la gracia santificante, como Ella, es decir, tener un corazón en gracia, lleno de luz y de amor, para recibir la Eucaristía, el Cuerpo sacramentado de Jesús resucitado, pero también les concede la gracia de iluminarles las mentes y los corazones con la Sabiduría y el Amor divinos, para que sus hijos fieles reconozcan a su Hijo Jesús en la Eucaristía y, reconociéndolo, lo amen y lo adoren, en el altar y en el sagrario. De esta manera, la Virgen se asegura que Jesús en la Eucaristía tenga siempre adoradores y reparadores que, con su amor y adoración, reparen permanentemente, en todo tiempo y lugar, los innumerables ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Jesús Eucaristía es continuamente ofendido.

Intención para el Día 9 de la Novena:


Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos recibir a tu Hijo Jesús en la Eucaristía con un corazón en gracia, lleno de la luz y del Amor divinos, y de ofrecernos como víctimas del Divino Amor y de la Divina Justicia, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Tu Hijo en la Eucaristía es continuamente ofendido.

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