jueves, 24 de octubre de 2013

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía (VI)


         Meditación

         Todo en la imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía trasunta Amor: el amor de la Virgen, que nos dona a su Hijo Jesús, el fruto de sus entrañas, aquello que más ama la Virgen y por lo que la Virgen daría su vida una y mil veces y más todavía; el don de su Hijo es el don de su Inmaculado Corazón, porque en el Corazón de la Virgen solo hay Amor y solo por Amor es que nos da a su Hijo, para que Él sea la alegría de nuestras vidas y la salvación de nuestras almas; es por el Amor de Dios que la inhabita desde su Concepción Inmaculada, que la Virgen nos hace partícipes de su Hijo, en la imagen como promesa y en la Eucaristía como realidad, para que recibiendo su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, seamos colmados de la gracia y del Amor divinos; es por el Amor de Dios que la Virgen se nos acerca con su Niño en brazos, para que nos deleitemos ante la Presencia de su Hijo, que es Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, que es Dios que viene a nosotros en Cuerpo de Niño y en brazos de una Madre, que viene a nosotros como Niño para que no temamos acercarnos a Él, así como nadie teme acercarse a un niño pequeño.
La imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía trasunta el Amor del Hijo, porque el Niño que ofrece las uvas es el Hijo al cual Ella le tejió, en su seno virginal, una vestimenta de carne y de sangre, haciendo visible al Dios Invisible, haciendo así posible el don de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la Eucaristía; es el Hijo Luz de Luz, al cual Ella encerró, cual diamante celestial, en su seno virginal, para luego irradiar, desde Belén, la Luz eterna sobre las tinieblas del mundo, del pecado y del infierno, venciéndolas para siempre; es el Hijo que continúa derramando su Luz eterna desde la Eucaristía, iluminando las tinieblas del alma que lo recibe con amor y fe; es el Hijo que, naciendo de Ella en Belén, Casa de Pan, continúa donándose a sí mismo en el Nuevo Belén, el altar eucarístico, como Pan Vivo bajado del cielo; es el Hijo de Dios que, derramando su Sangre una vez en el Calvario a través de su costado traspasado, continúa derramando su Sangre en la renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz, la Santa Misa, y con su Sangre derramada, efunde en ella el Amor del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo.
La imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía trasunta el Amor de Dios Padre, porque es Dios Padre quien, por amor a los hombres, envía a su Hijo a encarnarse en el seno virgen de la Madre; es el Amor del Padre el que lo lleva a desprenderse del Hijo de su Amor, nacido en la eternidad en sus entrañas de misericordia, para hacer visible en el Hijo la Misericordia Divina; es el Amor del Padre el que lo lleva a donar a su Hijo en el Santo Sacrificio de la Cruz, en el Calvario, y a renovar y perpetuar ese mismo sacrificio en el Santo Sacrificio del Altar, el Nuevo Calvario, la Santa Misa; es el Amor del Padre el que lo lleva a permitir la Muerte cruenta de su Hijo a manos de los hombres, para así poder librarlos del Dragón infernal, darles el perdón, concederles la filiación divina, infundirles su Amor Divino y conducirlos a su mismo seno en la eternidad; es el Amor de Dios Padre el que lo lleva a resucitar a su Hijo en el sepulcro, luego de haber muerto en la Cruz, para que el Hijo, así resucitado y con su Cuerpo glorioso, done este Cuerpo lleno de la luz y de la gloria divina en la Eucaristía, colmando al alma de amor y gloria celestial en cada comunión eucarística.
La imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía trasunta el Amor de Dios, el Espíritu Santo, porque es por Amor que Dios Padre envía a su Hijo a encarnarse en el seno de María Santísima; es el Amor de Dios el que recibe a Dios Hijo en el seno purísimo de María en la Encarnación; es el Amor de Dios el que lleva al Hijo a subir a la Cruz en el Monte Calvario para entregar en la Cruz su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad por la salvación de los hombres, y es el Amor de Dios el que prolonga su sacrificio en el Nuevo Monte Calvario, el altar eucarístico; es el Amor de Dios el que lleva a Jesús, el Cordero de Dios, a entregarse todo Él, sin reservas, con su naturaleza humana glorificada y con su Ser trinitario y con su Persona divina al alma que comulga, para soplar en el alma que lo recibe con fe y con amor, al Espíritu Santo, el Amor de Dios, para encenderla en el Fuego del Amor divino, como anticipo del ardor en el Amor de Dios que experimentará el alma en los cielos eternos, cuando contemple al Cordero cara a cara y por esta contemplación sea eternamente bienaventurado.
Todo, en la imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía, trasunta el Amor de Dios.

Intención para el Día 6 de la Novena:


Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que nuestros corazones se conviertan en hogueras que ardan con el Fuego del Amor Divino.

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