Meditación
Las uvas del Niño simbolizan su Sangre derramada en la Cruz,
porque ese Niño es la Vid verdadera, que de adulto habrá de dar el fruto
celestial, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, luego de ser triturado en la
vendimia de la Pasión. La Vid verdadera será estrujada y triturada para dar el
Vino que el Padre habrá de servir en el Banquete celestial, la Santa Misa,
Banquete en el que, además de Vino exquisito, de la mejor calidad –la Sangre
del Cordero-, se sirve la Carne del Cordero, el Cuerpo de Jesús resucitado, y
todo se acompaña con Pan Vivo bajado del cielo, cocido en el horno ardiente de
caridad, el seno eterno del Padre. Acompañan a este Banquete celestial, servido
por el Padre, formado por Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Carne del
Cordero asada en el Fuego del Espíritu Santo, y el Pan de Vida eterna cocido en
las brasas incadescentes del Amor Divino, unas hierbas amargas, las hierbas de
la tribulación de la Cruz, que Dios da no a cualquiera, sino a sus elegidos, a
aquellos a quienes Él ha elegido en Persona para que sean partícipes de la Gran
Tribulación del Calvario.
La Virgen nos ofrece al Niño y el Niño nos ofrece sus uvas,
porque todo es así en Dios: amor, generosidad, don sin límites, comunicación de
su bondad, de su dulzura, de su ternura. Nada hay en Dios que no sea don y don
gratuito de máxima liberalidad, don del Amor de sus entrañas, Amor que es su
esencia y que brota de su Ser trinitario perfectísimo. Pero esas uvas que nos
da el Niño, como signo del Amor divino, serán convertidas en vino cuando el
Niño, Vid verdadera, ya adulto, sea triturado en la vendimia de la Pasión. Cuando
su Cuerpo sea estrujado y machacado por los golpes; cuando su Cuerpo sea
lacerado, golpeado, magullado, molido, y abierta su piel y sus carnes por miles
de heridas, la Sangre que salga de esta Vid verdadera así triturada, será el
Vino de Vida eterna que el Padre servirá en la Mesa Santa, la Santa Misa, para
sus hijos más queridos. Y en este ser triturada la Vid verdadera en la vendimia
de la Pasión, está la respuesta de los hombres al Amor de Dios, porque si de
parte de Dios todo es don gratuito de su Amor infinito, y lo que nos dona es
todo lo que Él tiene, su Hijo amado en la Cruz, siendo este Amor del Padre el
motor de la Pasión de parte de Dios, de parte de nosotros, los hombres, el
motor de la Pasión es el mal y el pecado, porque son nuestros pecados los que
muelen a la Vid verdadera, estrujándola para que dé el fruto exquisito, el Vino
de la Alianza Eterna y definitiva.
El Niño nos ofrece sus uvas, las uvas que pisadas en la
Vendimia se convertirán en el Vino con el que Dios Padre nos concede su perdón
y su Amor; el motor de esa vendimia, de parte nuestra, son nuestros pecados; de
parte de Dios, es su Amor. Hagamos entonces el siguiente intercambio: démosle a
Dios Padre nuestros pecados en la confesión sacramental, y que Él en la Misa nos
dé la Sangre de su Hijo y, con su Sangre, su Amor.
Intención
para el Día 4 de la Novena:
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