La Virgen de la
Eucaristía, prefiguración del sacerdocio ministerial
En la imagen, la Virgen
aparece sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo, mientras que con el otro,
al tiempo que lo señala, le ayuda al Niño a sostener el racimo de uvas.
Este gesto de la Virgen
nos indica dos cosas: por un lado, no es una madre más que sostiene a su niño
pequeño: es la Virgen María, la Madre de Dios, en cuyos brazos descansa nada
menos que Dios Hijo, el Creador de cielos y tierra, el Dios de majestad
infinita, al que los cielos no pueden contener en su inmensa gloria. De esto se
ve el inmenso poder de María Santísima, poder que pasa desapercibido al
contemplar su imagen, pues se cree que es una mujer que lleva a su hijo y
nada más, pero cuya verdadera dimensión
surge cuando se considera que ese Niño al que lleva la Virgen, es nada menos
que Dios Hijo en Persona. ¡Cuánto poder y cuánta fuerza tiene la Virgen María,
para llevar en sus brazos al Hijo de Dios, y al mismo tiempo, cuánta ternura en
su Corazón Inmaculado, para que todo un Dios se digne descansar entre sus
brazos! Con razón María es llamada “Sagrario Viviente”, “Tabernáculo de Dios
Altísimo”, “Custodia Purísima y viviente del Señor Jesús”.
Debido a que la Virgen es
Madre y Modelo de la Iglesia, esta actitud suya de llevar al Niño en sus brazos,
y el hecho de ser llamado “Sagrario Viviente”, prefiguran al sacerdocio
ministerial: al igual que la Virgen, el sacerdote lleva en sus manos al Hijo de
Dios, cuando lo eleva en la ostentación eucarística, luego de la consagración
y, al igual que la Virgen, el sacerdote se convierte en una Custodia viviente,
cuando después de la consagración exhibe, para su adoración, la Eucaristía
recién consagrada.
Todo cristiano está
llamado, del mismo modo a como la Virgen lleva a su Hijo Jesús entre sus
brazos, a llevar a Jesús Eucaristía en el corazón, y todo cristiano está
llamado a convertirse, por la gracia santificante y la comunión eucarística, en
sagrario y custodia viviente del Cordero de Dios.
La otra reflexión a la
que nos lleva la imagen, es el gesto de ayudar a sostener, con su brazo
derecho, las uvas, pero si nos fijamos bien, al mismo tiempo, nos está
señalando a su Hijo, y esto nos recuerda su intervención en las Bodas de Caná,
cuando dice a los servidores: “Hagan lo que Él les diga”.
Quien se acerca a María,
recibe a Jesús y a sus dones, como los servidores de Caná: al obedecer la orden
de la Virgen, obtuvieron como recompensa un milagro maravilloso, la conversión
del agua en vino.
Quien se acerca a la
Iglesia, recibe a Jesús en la Eucaristía; quien obedece a la Iglesia, en su
mandato de asistir a Misa los domingos, obtiene como recompensa un milagro
maravilloso, la conversión de su corazón, de tinaja de arcilla vacía, en cáliz
de oro que alberga la Sangre del Cordero de Dios.
Intención para el día 9 de la Novena
Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de la conversión
del corazón, de tinaja de arcilla vacía, en cáliz de oro que albergue la Sangre
de tu Hijo Jesús.
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