jueves, 6 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 8



La tierna imagen de la Virgen de la Eucaristía, que sostiene en sus brazos a su Niño, y el gesto de éste último de compartir sus uvas con quien se le acerca, en nada presagian los dolorosos acontecimientos de la Pasión, en los que ese Niño, ya adulto, será asesinado por los viñadores homicidas (cfr. Mt 21, 33-43), representación de los hombres pecadores.
Al contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía debemos por lo tanto tener presentes dos cosas: por un lado, el don que Dios Padre nos hace de su Hijo, a través de la Virgen Madre, don que es solo Amor, ya que no se puede deducir otra cosa de la dulce imagen familiar que representa.
En efecto, la intención de Dios Padre no es otra que la de comunicarnos su Amor por medio de su Hijo, quien viene a este mundo no en el esplendor y la majestad celestial que en sí mismo posee desde la eternidad, sino en brazos de su Madre Virgen. Para quien dudara de las intenciones de Dios, no tiene más que contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía: Dios Hijo, por encargo del Padre, viene a nuestro mundo, a través de la Virgen Madre, para donarnos su Espíritu Santo, su Amor divino. En otras palabras, la imagen en sí misma transmite, con toda claridad, cuáles son las intenciones de Dios al acercarse a los hombres: brindarles su Amor, y para eso viene como Niño en brazos de una Madre: ¿quién puede temer a un niño pequeño y a su madre?
Pero el otro aspecto que debemos también considerar, al contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía, es la respuesta que el hombre da a la manifestación de Amor de Dios Padre en su Hijo Jesús, por medio de la Virgen: los hombres, representados en los viñadores asesinos, golpearán al Hijo de Dios, lo insultarán, lo condenarán a muerte, lo flagelarán, lo crucificarán, y le darán muerte de Cruz. Al Amor de Dios, los hombres responden con la crucifixión de Dios Hijo, encarnación de ese Amor. El Niño, llamado Vid verdadera, que ofrece sus uvas, cuando adulto, será triturado en la vendimia de la Pasión, y su muerte en Cruz será la expresión más cruda del duro corazón humano, que al Amor del Padre responde matando al Hijo.
Al ser Dios Justicia infinita, podría pensarse que, al rechazar los hombres su Amor, crucificando a su Hijo, debería cerrar para siempre la puertas del cielo, pero en Dios su Misericordia sobrepasa a la Justicia, y es así como, la Sangre que mana a borbotones de las heridas abiertas de Jesús y de su Sagrado Corazón traspasado, se convierten en el signo del perdón y del Amor divino, que no se rinde ante la malicia humana.
El Niño que dona las uvas es Cristo que dona su Sangre y con su Sangre su Amor divino, el Amor del Padre y del Hijo, y el Amor divino se nos comunica a pesar de nuestra malicia. En el Niño de la Virgen de la Eucaristía vemos entonces la manifestación del insondable, incomprensible, inabarcable Amor de Dios Uno y Trino.
         Intención para el día 8 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de contemplar, en la Sangre de tu Hijo, el insondable Amor de Dios Padre por los hombres pecadores.

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