Dicen los santos que quien acude a María, recibe a Jesús. Es
como cuando alguien, desde un valle elevado, se para delante de la pared de una
montaña y da un grito: las paredes de la montaña le devuelven el eco de sus
palabras, con lo cual escucha su misma palabra, pero como si fuera dicha por la
montaña. Con la Virgen sucede algo similar, sólo que si nosotros decimos “María”,
Ella dice “Jesús”, de manera tal que, siempre que acudimos a la Virgen,
obtenemos como respuesta su Hijo Jesús. Como en el ejemplo anterior, si
estuviéramos delante de una montaña que nos devuelve el eco de nuestras
palabras, dijéramos “María”, pero en vez de escuchar el eco que, rebotando
nuestras palabras, nos dijera “María”, escucháramos que, cada vez que decimos “María”,
el eco nos dice “Jesús”.
Esto mismo sucede con Nuestra Señora de la Eucaristía: al
acudir a Ella, la Virgen nos da a su Hijo Jesús, pero no de cualquier manera.
¿De qué manera nos da a su Hijo Jesús? Nos da a su Hijo Jesús de muchas
maneras, o más bien, antes de darnos a su Hijo Jesús, cuando acudimos a Ella,
la Virgen nos da otras cosas: aumenta nuestra fe en Jesús; aumenta nuestro deseo
de conocer y amar cada vez más a Jesús, en su Persona, en su vida, en sus
milagros, pero sobre todo, en la Eucaristía; nos da el deseo de conocerlo para
imitarlo y para ser una copia viviente de Jesús y de su Sagrado Corazón
Eucarístico. Luego de todo esto, la Virgen nos da a su Hijo Jesús, pero no de
manera imaginaria, sino real, porque nos da a Jesús en su Presencia
Eucarística, que es real, verdadera y substancial.
¿Por qué es importante acercarnos a la Virgen de la
Eucaristía? Porque si vemos la Eucaristía con nuestros propios ojos, sólo
veremos un poco de pan y nuestro amor por Jesús será muy escaso o,
prácticamente, nulo. En cambio, si nos acercamos a Ella, la Virgen nos hará ver
a su Hijo Jesús en la Eucaristía, con sus propios ojos y nos hará amarlo con su
mismo Amor.
La Virgen María, Nuestra Señora de la Eucaristía, contestará
a todas y cada una de nuestras peticiones, si es que son convenientes para nuestra
eterna salvación, pero hará algo mucho más hermoso que darnos lo que le
pedimos, aún cuando lo que le pidamos sea algo bueno y necesario para nuestra
salvación: nos dará a su Hijo Jesús en la Eucaristía. Digamos a la Virgen de la
Eucaristía: “María” y Ella nos dirá: “Jesús Eucaristía”. Y recibir a Jesús Eucaristía es lo mejor que puede pasarnos, porque conocer y amar a Jesús Eucaristía, es lo mejor que tiene esta vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario