jueves, 11 de mayo de 2017

¿Qué sucede cuando dejamos entrar a la Virgen a nuestros corazones?


        
Por qué la Virgen quiere entrar en nuestros corazones

Podría pensarse que lo primero que sucede, es que se solucionen de un día para otro todos nuestros problemas –por ejemplo, le pedimos que nos cure de tal enfermedad, que nos solucione tal situación que nos aqueja, etc.-, pero aunque la Virgen sí puede hacerlo y lo hará sin ninguna duda si eso que pedimos es lo más conveniente para nosotros, con toda seguridad no lo hará en el tiempo y en la forma en que nosotros pensamos y queremos, por lo que puede suceder que continuemos, todavía por un tiempo, con muchas situaciones que pueden mortificarnos. En otros casos, sí, la Virgen concederá de modo instantáneo las gracias que se piden; lo que es seguro es que siempre escuchará todas y cada una de las peticiones que le hagamos y que no dejará de atender por ellas, aunque, como lo dijimos, no sea en el tiempo y la forma en que nosotros lo deseamos. Sin embargo, lo más importante de la presencia de la Virgen en nuestras vidas, no es que nos conceda tal o cual favor, porque si la Madre de Dios quiere entrar en nuestras vidas, no es para simplemente “solucionarnos los problemas”, sino para concedernos algo infinitamente más grande que la concesión de diversos favores, y para saber qué es, usemos primero un poco la imaginación.
Imaginemos que nos encontramos en una habitación, llena de objetos, pero cuyas ventanas y puertas están tan cerradas, que no dejan entrar la luz del sol; además, tampoco hay luz eléctrica ni de ninguna otra clase, por lo que está todo tan oscuro, que apenas podemos distinguir nuestra propia mano. Imaginemos que luego una de las ventanas comienza a abrirse, y como afuera es un día de sol, como de primavera, entra por la hendija un pequeño rayo de sol, lo cual permite que los objetos de la habitación ya se puedan vislumbrar mucho mejor que antes; un poco más tarde, tanto las ventanas, como también la puerta, se abren por completo, entrando de lleno la luz del sol e iluminando con tanta intensidad la habitación, que nos da la impresión de que el mismo sol estuviera dentro.
¿Qué significa esta imagen? Cada elemento de la imagen, tiene un significado espiritual y sobrenatural: la habitación cerrada y a oscuras, es nuestro corazón que, sin la gracia de Dios, está a oscuras; las tinieblas son, principalmente, el error, el desconocimiento y el desamor hacia la Presencia real y verdadera de Jesús en la Eucaristía, es decir, a pesar de haber hecho la Comunión y la Confirmación, no sabemos bien o no terminamos de creer que Jesús esté vivo en la Eucaristía y, por lo tanto, no lo amamos en su Presencia Eucarística, según el dicho: “Nadie ama lo que no conoce”; el rayo de sol que entra e ilumina, es un rayo de luz, pero no es el sol, y así significa la entrada de la Virgen en nuestras almas, porque al estar “recubierta de sol”, como dice el Apocalipsis, su presencia es luminosa, aunque no es en sí misma el Sol de justicia, Jesucristo; las ventanas que se abren, son nuestros corazones cuando, al recibir la gracia de conocer a la Virgen, le damos lugar a que la Virgen ingrese en nuestras vidas, la vida cotidiana, de todos los días; la luz del sol que entra cuando las ventanas se abren y el sol mismo que entra en la habitación es Jesucristo, Sol de justicia, que ingresa en el alma cuando dejamos entrar a la Virgen, así como después del rayo de sol entra toda la luz del sol, al abrirse totalmente las ventanas y la puerta de la habitación. Es esto entonces lo que sucede cuando permitimos a María entrar en nuestras vidas: mucho más que “solucionarnos” los problemas, lo que desea la Virgen es que le abramos las ventanas y puertas del alma para que con Ella entre su Hijo Jesús.
Dicho de otras maneras, lo que sucede con la habitación del ejemplo, es lo que sucede en nuestras vidas cuando dejamos entrar a la Virgen: pasamos de la oscuridad a la luz, porque Ella nos trae a su Hijo Jesús, que disipa las tinieblas que nos rodean y envuelven continuamente, las tinieblas del pecado, del error y, sobre todo, de la ignorancia y el desamor acerca de la Presencia de su Hijo Jesús en la Eucaristía y así la Virgen nos hace conocer y amar a su Hijo en la Eucaristía, pero no según nuestra naturaleza, sino como Ella lo conoce y ama, es decir, con su misma Inteligencia y con el Amor de su Inmaculado Corazón.
Por esta razón, no es indistinto dejar o no dejar entrar a la Virgen: si no la dejamos entrar, permanecemos a oscuras y alejados de Jesús; si la dejamos entrar, con Ella viene el Sol de justicia, Jesús, que vence a las tinieblas de nuestros corazones, con la luz de su gracia.

Hagamos el propósito entonces de abrirle nuestros corazones a Nuestra Señora de la Eucaristía, y con Ella vendrá su Hijo, Jesús Eucaristía, que iluminará nuestras vidas con la luz de su gloria.

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