martes, 18 de diciembre de 2012

Aunque padezcan turbulencias de amargura, torrentes de dolor, no os alejéis del Corazón del Padre


"Mis hijos:
Aunque padezcan turbulencias de amargura, torrentes de dolor, NO OS ALEJÉIS DEL CORAZÓN DEL PADRE.
Él os sostiene desde el dolor.
No os dejéis abatir, entregaos a la BONDAD y MISERICORDIA y encontraréis consuelo y serenidad".

"Permítenos, Señor, conocerte, amarte y seguirte y, aunque nos falten las fuerzas, PERMANECE EN NOSOTROS Y AMPÁRANOS, PADRE NUESTRO.
DANOS TU BENDICIÓN y condúcenos por tu generosa Bondad a Vuestro Corazón, para que desde Él obremos según tu Santa Voluntad. Amén".

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Reflejad Mi Amor y contagiad la alegría de ser hijos predilectos



Mis hijos: 
Vivid acorde a las enseñanzas que provienen de lo auténtico y puro de la gloriosa Vida eterna.
Llevad Mi Luz, Mis hijos, la Luz que permanece en los mansos y humildes.
Reflejad todo mi amor que enciende a quienes lo reciben, y contagiad la alegría de ser hijos predilectos.
Llevad siempre vuestra mirada al Cielo y comprenderéis que sólo de él nace el verdadero Amor que serena y da paz.
Os bendigo. Amén.

martes, 30 de octubre de 2012

Nuestra Señora de la Eucaristía y la Santa Misa



         Toda devoción mariana tiene una característica y un mensaje particular, que se deriva de diversos factores o elementos, como la geografía, el lugar de la aparición, la localidad de donde es patrona, el nombre mismo de la Virgen, etc. Pero también toda devoción mariana tiene un mensaje universal, que está comprendido en todas y cada una de sus advocaciones.
         Así, por ejemplo, en la devoción a Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, el mensaje central de esta devoción es el pedido del rezo del Santo Rosario por parte del pueblo fiel; en la advocación de la Virgen como “Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa”, el mensaje central de la devoción es el aumento de la confianza en la Virgen María como “Medianera de todas las gracias”, puesto que, por disposición divina, puede conseguir cualquier gracia necesaria para la salvación eterna; en la devoción a la Virgen, en su advocación como “María Rosa Mística”, el mensaje central es el pedido de oración, sacrificios y reparación, por los pecados de los hombres, pero sobre todo de los consagrados cuyos pecados, por su misma condición de consagrados, adquieren una gravedad especial; en las apariciones de Nuestra Señora de Fátima, el mensaje central posee múltiples características: rezo del Rosario, sacrificios, penitencia, advertencia del peligro real de la condenación en el infierno, adoración a Jesús, presente en el Santísimo Sacramento del altar. Así podríamos seguir, indefinidamente, con cada devoción mariana, y en cada una encontraríamos un mensaje particular, que la diferencia de las demás.
         En el caso de la Virgen de la Eucaristía, el mensaje central está relacionado con la devoción y el amor a la Santa Misa y, por el hecho de que se manifestó un 30 de octubre, vísperas de Halloween, con la adoración eucarística reparadora, teniendo en cuenta el origen explícitamente satánico de esta festividad pagana.
        Un aspecto de la devoción a la Virgen de la Eucaristía entonces, es la de la adoración eucarística reparadora, por el motivo mencionado: su día se celebra el día antes de Halloween, fiesta pagana y satánica en la que se cometen los más abominables sacrilegios contra la Eucaristía. La Virgen de la Eucaristía quiere que honremos, amemos, adoremos, a su Hijo Jesús, por todos aquellos que no aman, ni esperan, ni adoran, y sobre todo por aquellos que lo ultrajan en su Presencia eucarística.
         El devoto de la Virgen de la Eucaristía, por lo tanto, debe caracterizarse por estos dos aspectos: la devoción a la Santa Misa y el amor a la Eucaristía, manifestado en la adoración eucarística reparadora.
         Ahora bien, ser devoto de la Virgen de la Eucaristía no quiere decir simplemente asistir a Misa cotidianamente y comulgar, para continuar la vida, después de la Misa, de modo rutinario, inmersos en el mundo; no es esto lo que la Virgen nos pide a través de su devoción, porque la asistencia a la Santa Misa implica algo muchísimo más sacrificado que el caminar y dirigir los pasos hacia el templo en donde se celebra la Misa; implica algo más laborioso que simplemente estar presente físicamente en el lugar en donde se celebra la Santa Misa; ser devotos de la Virgen de la Eucaristía implica un esfuerzo físico y espiritual que ni remotamente se agota en la preparación de las andas de la Virgen, la procesión, las oraciones, los cantos.
         La devoción a la Virgen de la Eucaristía implica el empeño de todo el ser metafísico, de todo el acto de ser de la persona; es decir, implica la puesta en acto de todas las potencialidades, sobre todo espirituales, de la persona, porque implica la participación consciente y activa a la Santa Misa, la cual no es una celebración religiosa piadosa más, como tantas otras que se realizan en otras sociedades religiosas: la Santa Misa es la renovación sacramental del único sacrificio del Calvario; es la Presencia de Jesús, el Hombre-Dios, en el misterio de su redención, que actualiza su sacrificio redentor por medio de la liturgia sacramental; es la actuación, en el tiempo y en el espacio, por medio de la liturgia eucarística de la Iglesia, del sacrificio en Cruz del Salvador, sacrificio por el cual Cristo Dios derrota definitivamente a los tres grandes enemigos del hombre: el demonio, el mundo y el pecado; es la actualización de la ofrenda sacrificial agradable al Padre, el Cordero del sacrificio, que se inmola en la Cruz y se eleva a los cielos como Hostia Santa y Pura.
         Y porque la Misa es este misterio inefable, incomprensible, inagotable, el devoto a la Virgen de la Eucaristía no puede asistir a la Misa como quien asiste a una mera celebración religiosa; debe asistir con la intención de ofrecerse, él mismo, con todo su acto de ser, con toda su alma, con todo su cuerpo, con toda su historia personal, con su pasado, su presente y su futuro, como víctima de la Divina Justicia y de la Divina Misericordia, unido a la Víctima por excelencia, Jesús de Nazareth; y si se ofrece como víctima junto a la Víctima, debe vivir las bienaventuranzas y llevar la Cruz de todos los días, sin quejas ni amarguras, para ser crucificado junto a Jesús.
        
         Quien no asista a la Santa Misa con esta disposición del alma, no puede considerarse verdadero devoto de Nuestra Señora de la Eucaristía. Si alguien se encuentra en esa situación, la de descubrirse como devoto meramente externo de la Virgen, puede pedir la gracia de asistir a la Santa Misa como víctima para ser ofrecida junto a la Víctima Inocente, Cristo Jesús, con la certeza de que la Virgen, como Madre amorosa que es, se la concederá.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 9



             La Virgen de la Eucaristía, prefiguración del sacerdocio ministerial
         En la imagen, la Virgen aparece sosteniendo al Niño con su brazo izquierdo, mientras que con el otro, al tiempo que lo señala, le ayuda al Niño a sostener el racimo de uvas.
         Este gesto de la Virgen nos indica dos cosas: por un lado, no es una madre más que sostiene a su niño pequeño: es la Virgen María, la Madre de Dios, en cuyos brazos descansa nada menos que Dios Hijo, el Creador de cielos y tierra, el Dios de majestad infinita, al que los cielos no pueden contener en su inmensa gloria. De esto se ve el inmenso poder de María Santísima, poder que pasa desapercibido al contemplar su imagen, pues se cree que es una mujer que lleva a su hijo y nada  más, pero cuya verdadera dimensión surge cuando se considera que ese Niño al que lleva la Virgen, es nada menos que Dios Hijo en Persona. ¡Cuánto poder y cuánta fuerza tiene la Virgen María, para llevar en sus brazos al Hijo de Dios, y al mismo tiempo, cuánta ternura en su Corazón Inmaculado, para que todo un Dios se digne descansar entre sus brazos! Con razón María es llamada “Sagrario Viviente”, “Tabernáculo de Dios Altísimo”, “Custodia Purísima y viviente del Señor Jesús”.
         Debido a que la Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia, esta actitud suya de llevar al Niño en sus brazos, y el hecho de ser llamado “Sagrario Viviente”, prefiguran al sacerdocio ministerial: al igual que la Virgen, el sacerdote lleva en sus manos al Hijo de Dios, cuando lo eleva en la ostentación eucarística, luego de la consagración y, al igual que la Virgen, el sacerdote se convierte en una Custodia viviente, cuando después de la consagración exhibe, para su adoración, la Eucaristía recién consagrada.
         Todo cristiano está llamado, del mismo modo a como la Virgen lleva a su Hijo Jesús entre sus brazos, a llevar a Jesús Eucaristía en el corazón, y todo cristiano está llamado a convertirse, por la gracia santificante y la comunión eucarística, en sagrario y custodia viviente del Cordero de Dios.
         La otra reflexión a la que nos lleva la imagen, es el gesto de ayudar a sostener, con su brazo derecho, las uvas, pero si nos fijamos bien, al mismo tiempo, nos está señalando a su Hijo, y esto nos recuerda su intervención en las Bodas de Caná, cuando dice a los servidores: “Hagan lo que Él les diga”.
         Quien se acerca a María, recibe a Jesús y a sus dones, como los servidores de Caná: al obedecer la orden de la Virgen, obtuvieron como recompensa un milagro maravilloso, la conversión del agua en vino.
         Quien se acerca a la Iglesia, recibe a Jesús en la Eucaristía; quien obedece a la Iglesia, en su mandato de asistir a Misa los domingos, obtiene como recompensa un milagro maravilloso, la conversión de su corazón, de tinaja de arcilla vacía, en cáliz de oro que alberga la Sangre del Cordero de Dios.
         Intención para el día 9 de la Novena
         Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de la conversión del corazón, de tinaja de arcilla vacía, en cáliz de oro que albergue la Sangre de tu Hijo Jesús.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 8



La tierna imagen de la Virgen de la Eucaristía, que sostiene en sus brazos a su Niño, y el gesto de éste último de compartir sus uvas con quien se le acerca, en nada presagian los dolorosos acontecimientos de la Pasión, en los que ese Niño, ya adulto, será asesinado por los viñadores homicidas (cfr. Mt 21, 33-43), representación de los hombres pecadores.
Al contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía debemos por lo tanto tener presentes dos cosas: por un lado, el don que Dios Padre nos hace de su Hijo, a través de la Virgen Madre, don que es solo Amor, ya que no se puede deducir otra cosa de la dulce imagen familiar que representa.
En efecto, la intención de Dios Padre no es otra que la de comunicarnos su Amor por medio de su Hijo, quien viene a este mundo no en el esplendor y la majestad celestial que en sí mismo posee desde la eternidad, sino en brazos de su Madre Virgen. Para quien dudara de las intenciones de Dios, no tiene más que contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía: Dios Hijo, por encargo del Padre, viene a nuestro mundo, a través de la Virgen Madre, para donarnos su Espíritu Santo, su Amor divino. En otras palabras, la imagen en sí misma transmite, con toda claridad, cuáles son las intenciones de Dios al acercarse a los hombres: brindarles su Amor, y para eso viene como Niño en brazos de una Madre: ¿quién puede temer a un niño pequeño y a su madre?
Pero el otro aspecto que debemos también considerar, al contemplar la imagen de la Virgen de la Eucaristía, es la respuesta que el hombre da a la manifestación de Amor de Dios Padre en su Hijo Jesús, por medio de la Virgen: los hombres, representados en los viñadores asesinos, golpearán al Hijo de Dios, lo insultarán, lo condenarán a muerte, lo flagelarán, lo crucificarán, y le darán muerte de Cruz. Al Amor de Dios, los hombres responden con la crucifixión de Dios Hijo, encarnación de ese Amor. El Niño, llamado Vid verdadera, que ofrece sus uvas, cuando adulto, será triturado en la vendimia de la Pasión, y su muerte en Cruz será la expresión más cruda del duro corazón humano, que al Amor del Padre responde matando al Hijo.
Al ser Dios Justicia infinita, podría pensarse que, al rechazar los hombres su Amor, crucificando a su Hijo, debería cerrar para siempre la puertas del cielo, pero en Dios su Misericordia sobrepasa a la Justicia, y es así como, la Sangre que mana a borbotones de las heridas abiertas de Jesús y de su Sagrado Corazón traspasado, se convierten en el signo del perdón y del Amor divino, que no se rinde ante la malicia humana.
El Niño que dona las uvas es Cristo que dona su Sangre y con su Sangre su Amor divino, el Amor del Padre y del Hijo, y el Amor divino se nos comunica a pesar de nuestra malicia. En el Niño de la Virgen de la Eucaristía vemos entonces la manifestación del insondable, incomprensible, inabarcable Amor de Dios Uno y Trino.
         Intención para el día 8 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, concédenos la gracia de contemplar, en la Sangre de tu Hijo, el insondable Amor de Dios Padre por los hombres pecadores.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 7



El don de la Santísima Trinidad a cada hombre en particular, representado en la Virgen de la Eucaristía
¿Qué vemos en la imagen de la Virgen de la Eucaristía?
Vistos con ojos solamente humanos, sin la fe, en la imagen de la Virgen de la Eucaristía vemos a una madre más, entre otras, que muestra orgullosa a su hijo, quien a su vez transmite su amor de niño al que se le acerca, compartiendo sus uvas.
Sin embargo, no se trata de una madre más, ya que la fe nos dice que es la Virgen, Madre de Dios, que nos brinda a su Hijo, Jesús de Nazareth, en su niñez, el cual a su vez, en un gesto de amor de niño, comparte con amor lo que tiene, un racimo de uvas, que prefiguran el vino de la Misa, que es su Sangre, la que será derramada en el sacrificio de la Cruz.
Pero la Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia, de modo que en la escena está representada la Iglesia, Esposa del Cordero, en su acto de donar el fruto de sus entrañas virginales, que es el altar eucarístico, a Jesús Eucaristía, concebido por el poder del Espíritu Santo. En la Virgen de la Eucaristía, que dona a su Hijo, concebido por el poder del Espíritu Santo en su seno virgen, hay una prefiguración de la Iglesia que, por el poder del Espíritu Santo, desplegado con toda su potencia divina en la consagración, convierte el pan y el vino en el altar eucarístico, el seno virgen de la Iglesia, para donarnos a Jesús, Pan de Vida eterna.
Pero hay en la Virgen de la Eucaristía todavía otra misteriosa representación: en su realidad última y primigenia, la imagen representa a la Santísima Trinidad, ya que el origen del don de la Madre de Dios, que es el don de la Iglesia, Jesús, Dios Hijo en la Eucaristía, es Dios Padre, para que Él, por medio de su Sangre, representada en las uvas, done al Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo, cuando su Corazón sea traspasado en la Cruz.

Intención para el día 7 de la Novena: Nuestra Señora de la Eucaristía, te suplicamos que nos concedas la gracia de apreciar y agradecer siempre el don de la Eucaristía, que proviene de la Santísima Trinidad.

martes, 4 de septiembre de 2012

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía 6



La Virgen de la Eucaristía, el Niño Jesús, y las tinajas de las Bodas de Caná
El Niño Jesús, llevado por la Virgen en sus brazos, es la Vid verdadera, y puesto que es la Vid verdadera, es de donde se obtendrá, ya de adulto, su Sangre, el Vino de la Alianza Nueva y Eterna. Precisamente, como prefiguración de ese admirable milagro, obra en Caná el milagro de la conversión del agua en vino, milagro que anticipa la conversión, en la Santa Misa, del vino en su Sangre.
La significación de este milagro, puede hacer quedar en un segundo plano otro evento que, bien visto, merece ser considerado, ya que hay una prefiguración del cristiano mismo. El elemento que puede pasar desapercibido, y que tiene importancia, son las tinajas de arcilla, las cuales se encuentran, primero, vacías, cuando se termina el vino de los esposos, luego, son llenadas de agua por los sirvientes, por indicación de la Virgen María, y por último, al convertirse el agua en vino, quedan repletas de vino exquisito, de la mejor calidad.
Es importante detenerse en la significación y la importancia que para el cristiano y su vida espiritual tienen las tinajas de arcilla. ¿Cuál es el significado? En las bodas de Caná, las tinajas están primero vacías, luego llenas de agua, y finalmente, llenas de un vino exquisito. Las tinajas son una representación del corazón humano: cuando se vacían del primer vino, el vino de los esposos, significan el corazón humano sin Dios, que se ha vaciado del verdadero Amor, degustando los placeres terrenos; las tinajas con agua, significan la gracia santificante, que no solo le hace olvidar los gustos y placeres mundanos, sino que prepara y dispone al corazón humano para que reciba a la Gracia Increada, Cristo Jesús; las tinajas con vino exquisito, de la mejor calidad, representan precisamente a Cristo, Gracia Increada, que se dona a sí mismo en la efusión de Sangre de su Corazón traspasado, Sangre que es el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, que se sirve para ser libada por los corazones en gracia, en el banquete celestial, la Santa Misa.
En las tinajas de arcilla de las Bodas de Caná puede entonces el cristiano ver el itinerario de lo que debe ser la conversión de su propio corazón: primero vacío por el hastío del mundo; luego lleno de la gracia santificante, donada en el sacramento de la confesión; finalmente, lleno del Vino de la Alianza Nueva y Eterna.
Y, al igual que los esposos de Caná, que se alegraron sobremanera por este don inesperado -¿quién podría imaginarse que la Madre de Dios en Persona, la Virgen María, interviniese nada menos que ante su Hijo, para pedirle que haga un milagro?-, así también el cristiano, obteniendo el estado de gracia por la intercesión de María, se llena de alegría al ver que su corazón rebosa y se inunda con la Sangre del Cordero de Dios.
Como en Caná, también en este banquete escatológico que es la Santa Misa, María nos pide que hagamos lo que Él nos diga: ofrezcamos la tinaja de agua de nuestra humanidad para que Él la convierta en el vino santo de su divinidad.

Intención para el Día 6 de la Novena: Virgen de la Eucaristía, haz que nuestros corazones sean como otras tantas tinajas vacías, como las de Caná de Galilea, para que sean llenadas con el agua cristalina de la gracia santificante primero, y luego con el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de tu Hijo Jesús.