Todos nosotros, que estamos
bautizados, tenemos dos mamás: una mamá de la tierra, y una mamá del cielo. La Mamá
del cielo es la Virgen y hoy ha venido a visitarnos y por eso estamos alegres y
contentos, porque cuando llega la Virgen, llegan también Jesús y el Espíritu Santo,
como lo dice el Evangelio. Allí se narra que cuando la Virgen fue a visitar a
su prima Santa Isabel, tanto ella como Juan Bautista, que estaba en la panza de
Santa Isabel porque todavía no había nacido, quedaron “llenos del Espíritu
Santo” y el Espíritu Santo le dio tanto alegría a Juan Bautista, que éste saltó
de gozo en el vientre de su mamá y Santa Isabel, por la presencia del Espíritu
Santo, la llamó a la Virgen “Madre de Dios” y no simplemente María. Y el
Espíritu Santo vino porque fue Jesús el que lo sopló sobre Santa Isabel y el
Bautista, y Jesús vino porque la Virgen lo traía con ella, en su vientre.
La Llegada de la Virgen y la
Visitación de la Virgen a una persona trae siempre alegría, porque con Ella
vienen Jesús y el Espíritu Santo. Y con Jesús, el Espíritu Santo y la Virgen,
no hay ningún problema que no podamos solucionar en esta vida. Entonces, le
demos gracias a la Virgen, porque ha venido a visitarnos y con Ella han venido también
Jesús y el Espíritu Santo y le pidamos a la Virgen la gracia de acudir a Ella
como sus hijos pequeños, en todo momento, así como un niño pequeño acude a su
mamá en todo momento, ya sea en la alegría o cuando hay algo que le causa
temor. Que la Virgen de la Eucaristía, que nos visita hoy, nos acompañe a
nosotros y a nuestros seres queridos, todos los días de nuestra vida.
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