jueves, 10 de mayo de 2018

La Visita de Nuestra Señora de la Eucaristía



         En el Evangelio se relata que la Virgen, estando encinta por obra del Espíritu Santo –en su concepción no hubo intervención humana, puesto que fue obra del Espíritu Santo-, y con un período gestacional de tres meses aproximadamente, al enterarse de que su prima Santa Isabel también estaba encinta, decidió emprender un largo y peligroso viaje para asistirla en el momento del parto.
         De esta manera, la Virgen nos enseña y da ejemplo de cómo obrar misericordiosamente con los más necesitados, olvidándonos de nosotros. Debemos comprender que Ella era una mujer joven, encinta, que también estaba pasando por un momento de necesidad, que el viaje que emprendía era peligroso porque estaban a merced de los asaltantes del camino y sin embargo, la Virgen no pensó en Ella, sino en su prima y así nos enseña cómo debemos obrar en cuanto cristianos.
         Pero en la escena de la Visitación de la Virgen hay otros elementos de mucho provecho para nuestra vida espiritual y que no se limitan al ejemplo de bondad de la Virgen.
         Estos elementos son todos de origen sobrenatural y nos demuestran cómo la Visitación de la Virgen trae aparejada la Visitación también de su Hijo Jesús y del Espíritu Santo.
         En efecto, cuando la Virgen llega, tanto Santa Isabel como su hijo, Juan el Bautista, aun en su vientre, experimentan la Presencia del Espíritu Santo: Santa Isabel queda “llena de Espíritu Santo” y saluda a la Virgen no con el saludo que correspondería a un pariente –eran primas- sino que la llama “Madre de mi Señor”, “Madre de mi Dios” o “Madre de Dios” y exulta de alegría ante la llegada de la Virgen: tanto el saludo como la alegría, ambos sobrenaturales, se deben a la acción del Espíritu Santo. Pero no solo Santa Isabel exulta de gozo y se llena del Espíritu Santo ante la Presencia de la Virgen, también Juan el Bautista “salta de gozo”, literalmente, en el seno de Santa Isabel, al oír que la Virgen llegaba: “y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno” (Lc 1, 39-45).
         Con la Visitación de la Virgen, tanto Santa Isabel como Juan el Bautista “saltan de alegría” por la llegada de la Madre de Dios, porque con Ella llegan el Hijo de Dios, Jesucristo, y el Espíritu Santo.
         Recibamos a Nuestra Señora de la Eucaristía que viene a visitarnos en nuestra escuela, pero sobre todo la recibamos en esa casa interior, personal, íntima, secreta, que es nuestro corazón y nuestra alma y alegrémonos, porque con la Llegada de la Virgen, llegarán también Jesucristo y el Espíritu Santo a nuestras vidas.

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