jueves, 27 de abril de 2017

Qué sucede cuando nos visita Nuestra Señora de la Eucaristía


         ¿Qué sucede cuando nos visita Nuestra Señora de la Eucaristía? Para saberlo, recordemos qué sucedió en la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel, según lo relata el Evangelio (cfr. Lc 1, 39-45). Como sabemos, tanto Isabel como la Virgen, que eran primas, estaban encintas, aunque la Virgen lo era por obra del Espíritu Santo, y no por obra de hombre. La Virgen, a pesar de estar embarazada, emprendió un largo viaje hacia el hogar de Santa Isabel, para asistir a su prima, que ya era anciana. En esta Visita, la Virgen fue la causa de la alegría, tanto de Santa Isabel, como de Juan el Bautista, que estaba en el vientre de Santa Isabel, y la razón de la alegría de ambos, fue la Presencia de Jesús, que venía con María. El Evangelio dice que cuando Santa Isabel vio a la Virgen, exclamó, “llena del Espíritu Santo”: “¿Quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a visitarme?”. Es decir, Santa Isabel no la saluda con un simple saludo, como sucede entre parientes, y eso a pesar de que era su prima: la saluda como “Madre de mi Señor”, que es igual a decir: “Madre de Dios”, y esto lo hace porque está iluminada por el Espíritu Santo. Y cuando Juan el Bautista escuchó que venía la Virgen, “saltó de alegría” en el seno de su madre, Santa Isabel, y esto porque era también el Espíritu Santo el que, enviado por Jesús, le hacía saber que Él era el Hijo de Dios y que venía con la Virgen.
         Es decir, la Visita de María trae siempre a Jesús, que es Dios, y con Jesús, viene el Espíritu Santo, y esta es la razón de la alegría que experimentan Santa Isabel y San Juan Bautista cuando la Virgen los visita.
         Esto mismo sucede cuando Nuestra Señora de la Eucaristía nos visita: así como la visitó a Santa Isabel, con su Hijo en su seno virginal, así nos visita con su Hijo Jesús en brazos, pero para con nosotros, demuestra un amor todavía más grande que para con su prima, porque a Santa Isabel no le dio el Cuerpo de su Hijo para comulgar, en cambio a nosotros, la Virgen nos trae a su Hijo Jesús, Presente en la Eucaristía, para que lo recibamos con el corazón abierto, de par en par, en estado de gracia, para que Jesús nos dé todo el Amor de su Sagrado Corazón, y para que nosotros, a cambio, le demos también todo el amor del que seamos capaces.

         Nuestra Señora de la Eucaristía nos visita para que, una vez purificados nuestros corazones por la gracia del Sacramento de la Penitencia, recibamos el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de su Hijo Jesús, Presente en la Eucaristía, para que Jesús nos transmita su paz y su alegría, que son la Paz y la Alegría de Dios.

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