Cuando contemplamos la imagen de Nuestra Señora de la
Eucaristía, observamos que se encuentra de pie y en posición de avanzar, dando
un paso hacia adelante, con su rostro dirigido hacia quien la está
contemplando. La Virgen también está ligeramente inclinada hacia adelante, y
lleva entre sus brazos a su Hijo Jesús, quien a su vez lleva un racimo de uvas.
¿Qué
nos dice esta imagen?
Por un lado, la Virgen se dirige hacia nosotros, que la
contemplamos; no está solamente erguida, sino que está en actitud de caminar
hacia adelante y puesto que se inclina ligeramente, parece querer indicarnos
que quiere que recibamos a su Hijo Jesús, que lleva sus uvas con Él. Es como el
clásico gesto de una madre amorosa, que ama a su hijo, que sabe que su hijo es
un niño bueno y quiere compartirlo con los demás, entregándolo para que estos a
su vez lo abracen y puedan recibir el cariño del niño. Es esta la actitud de la
Virgen, pero la Virgen no es una madre más entre tantas, sino que es la Madre
de Dios, y su Hijo no es un niño más entre tantos, sino el Niño Dios, Dios Hijo
que, tomando Cuerpo y Alma humanos, vive con su divinidad en la humanidad del
Hijo de María Virgen.
Esto quiere decir que, en el gesto de la Virgen, debemos
ver, por un lado, el deseo de la Virgen de que nosotros recibamos a su Hijo,
que es Dios, por la fe y por el amor, en nuestros corazones. La Virgen nos da a
su Hijo, que es Dios Niño, para que sepamos que nada debemos temer de Dios,
porque si Dios se ha hecho Niño y se nos dona a través del amor de su Madre, es
para que no tengamos ni miedo ni recelo en acercarnos, porque sucede lo mismo
que con una madre y su hijo pequeño: así como nadie tiene miedo ni recelo a un
niño pequeño, así tampoco los cristianos debemos tener miedo ni recelo en abrir
nuestros corazones y nuestras almas a Dios hecho Niño. Esto es para que sepamos
que no solo debemos y podemos acudir a Dios, como si fuera un Niño, porque Dios
se ha hecho Niño, cuando necesitamos algo, sino, ante todo, es para que sepamos
que podemos contar con el Amor de Dios, que si Dios se ha hecho Niño, sin dejar
de ser Dios, no es para otra cosa que para darnos su Amor. Pero también hay
otro significado en la imagen de la Virgen: Ella es Madre y Modelo de la
Iglesia, por lo que representa a la Iglesia, y así como Ella nos da el Cuerpo
de su Hijo Jesús, que lleva las uvas con las que se hace el vino, así la Madre
Iglesia nos da al Hijo de María Virgen, el Cuerpo de Jesús en la Eucaristía, y
nos da el Vino que se hace con la Vid verdadera triturada en la Pasión, la
Sangre de Jesús. Al entregarnos el
Cuerpo y también la Sangre de su Hijo, simbolizada en las uvas, la Virgen nos
invita a que nos acerquemos a la Iglesia para que recibamos el Cuerpo y la
Sangre de Jesús, la Eucaristía. Y, del mismo modo a como el Niño, al recibir su
Cuerpo, nos da su Amor cuando lo tenemos entre nuestros brazos, así también,
cuando recibimos el Cuerpo de Cristo en la boca, por la Comunión Eucarística,
recibimos el Amor del Sagrado Corazón de Jesús, el Espíritu Santo.
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