jueves, 14 de abril de 2011

Jesús es ayudado a llevar la cruz



Voy camino hacia el Calvario. Aquellos hombres inicuos, temiendo verme morir antes de llegar al término, se entienden entre sí para buscar a alguien que Me ayude a llevar la Cruz y requisaron a un hombre de las cercanías llamado Simón.

Míralo, detrás de Mí, ayudándome a llevar la Cruz y considera ante todo dos cosas: Este hombre carece de buena voluntad; es un mercenario, porque si Me acompaña y comparte Conmigo el peso de la Cruz, es porque ha sido requisado. Por eso, cuando siente dema-siado cansancio, deja caer más el peso sobre Mí y así caigo en tierra dos veces.

Este hombre Me ayuda a llevar parte de la Cruz, pero no toda Mi Cruz...

Hay almas que caminan así en pos de Mí. Aceptan ayudarme a llevar Mi Cruz, pero se preocupan aún del consuelo y del descanso.

Muchas otras consienten en seguirme y, con este fin, han abrazado la vida perfecta. Pero no abandonan el propio interés, que sigue siendo, en muchos casos, su primer cuidado; por eso vacilan y dejan caer Mi Cruz, cuando les pesa demasiado; buscan la manera de sufrir lo menos posible, miden su abnegación, evitan cuanto pueden la humillación y el cansancio y, acordándose quizá con pena de los que dejaron, tratan de procurarse ciertas comodidades, ciertos placeres.

En una palabra, hay almas tan interesadas y tan egoístas que han venido a Mi seguimiento, más por ellas que por Mí. Se resignan tan solo a aportar lo que les molesta y que no pueden apartar... No me ayudan a llevar mas que una parte de Mi Cruz; muy pequeña y de tal suerte, que apenas si pueden adquirir los méritos indispensables para su salvación. Pero, en la eternidad, verán cuán lejos han quedado en el camino que debían recorrer.

Por el contrario, hay almas, y no pocas que, movidas por el deseo de su salvación pero sobre todo por el amor que les inspira la vista de lo que por ellas He sufrido, se deciden a seguirme en el camino del Calvario; se abrazan con la vida perfecta y se entregan a Mi servicio, no para ayudarme a llevar parte de la Cruz, sino para llevarla toda entera. Su único deseo es descansarme, consolarme; se ofrecen con este fin a todo cuanto les pide Mi voluntad, buscando cuanto pueda agradarme; no piensan ni en los méritos, ni en la recompensa que les espera, ni en el cansancio, ni en el sufrimiento que resultará para ellas.

Lo único que tienen presente es el amor que pueden demostrarme, el consuelo que Me procuran...

Si Mi Cruz se presenta bajo la forma de la enfermedad, si se oculta debajo de un empleo contrario a sus inclinaciones y poco conforme a sus aptitudes, si va acompañada de algún olvido de las personas que las rodean, la aceptan con entera sumisión.

¡Ah!, estas almas son las que verdaderamente llevan Mi Cruz, la adoran, se sirven de ella para procurar Mi Gloria, sin otro interés ni paga que Mi amor. Son las que Me consideran y glorifican...

Tengan como cosa cierta que, si ustedes no ven el resultado de sus sufrimientos, de su abnegación, o lo ven más tarde, no por eso han sido vanos e infructuosos, mas por el contrario, el fruto será abundante.

El alma que verdaderamente ama, no cuenta lo que ha sufrido y trabajado, ni espera tal o cual recompensa; busca tan solo aquello que cree de gloria para su Dios... Por El no regatean trabajos ni fatigas. No se agita ni se inquieta ni, mucho menos, pierde la paz si se ve contrariada o humillada; porque el único móvil de sus acciones es el amor, y el amor abandona las consecuencias y los resultados.

He aquí el fin de las almas que no buscan recompensa. Lo único que esperan es Mi Gloria, Mi consuelo, Mi descanso; por eso han tomado toda Mi Cruz y todo el peso que Mi Voluntad quiere cargar sobre ellas.

Hijos Míos, llámenme por Mi nombre, pues Jesús quiere decir todo. Yo lavaré sus pies, aquellos pies que han pisado una senda resbaladiza y que ahora están heridos por los golpes contra las piedras. Yo los enjugaré, los sanaré, los besaré y quedarán sanos, y no conocerán ya ninguna otra senda que la que conduce a Mí.

¡Ya estamos en el Calvario! La multitud se agita porque se acerca el terrible momento... Extenuado de fatiga, apenas si puedo andar. Mis pies sangran por las piedras del camino... Tres veces he caído en el trayecto. Una para dar fuerza de convertirse a los pecadores, habituados al pecado. Otra para dar aliento a las almas que caen por fragilidad y, a las almas que ciega la tristeza y la inquietud, animarlas a levantarse y a emprender con valor el camino de la virtud.

Y la tercera, para ayudar a las almas a salir del pecado a la hora de la muerte.

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