viernes, 19 de noviembre de 2010

Bienaventurados los que esperan siempre en Mi Misericordioso Corazón


Gracias, Señor, por todo lo que permites para nuestro bien y para Tu mayor gloria. Gracias por regalarnos hoy y muchas otras veces, la alegría para disfrutar de la naturaleza. Gracias porque si evidenciamos regocijo al contemplar los cerros nevados es porque fuiste y serás siempre su artífice y nosotros, gracias a tantas maravillas, nos podemos deleitar en ellas sin dejar de lado los espirituales consuelos que nos asoman a Tu Verdad.
Papá del cielo, quita el dolor de nuestras almas y alívianos para que no decaigamos, sino para que, FORTALECIDOS con Tu gracia podamos enseñar a AMARTE y respetar lo que Tú, Padre de Misericordia y bondad, nos pides, para que seamos salvos y santos.
"En la abundancia de Mi Corazón descansa vuestra humildad y evidencia vuestra alma un gran gozo al contemplarMe, adorarMe y alabarMe. Busquen unificar vuestros sentimientos con los de Mi Corazón, para que juntos podamos llegar a la cima de un horizonte pleno de luz y verdad.
Bienaventurados los que están siempre esperando en Mi Misericordioso Corazón, que todo lo transforma y todo lo convierte en su luz gloriosa y eficaz.
Cuán grato es para Mi Corazón que sean verdaderos discípulos impregnados de Verdad y de AMOR.
Cuántos sollozos llegan a Mi Corazón y cuánto dolor evidencian Mis hijitos, quienes conviven en un mundo que daña y desgarra, que sólo sabe desunir y herir.
No se preocupen, Mis pequeños hijitos de Mi luz; les proporciono Mis fuerzas y todos vuestros sollozos serán gloriosa luz en vuestra eternidad".

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