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sábado, 30 de noviembre de 2019

El hombre es buscador de Dios por esencia y lo encuentra en la Eucaristía a través de la Virgen



         El hombre es buscador de Dios por esencia, porque lleva impresa en su alma el sello de haber sido creado por Dios: fue creado por Dios y para Dios y ésa es la razón por la cual busca a Dios desde el momento mismo en que es concebido. Ahora bien, esta búsqueda de Dios está ofuscada, ensombrecida, oscurecida, por el pecado original y por su consecuencia, la concupiscencia. Es así que el hombre busca a Dios, pero lo busca muchas veces en donde Dios no está, porque lo busca según sus instintos concupiscibles y no según la recta razón y el buen querer. El hombre busca a Dios, pero si no tiene la luz de la gracia, lo buscará por caminos equivocados y no lo encontrará, encontrando a cambio sustitutos de Dios –el poder, el dinero, la política, las falsas religiones, etc.- que le harán creer que es Dios, pero en realidad son ídolos. Y puesto que cree que estas cosas, que son ídolos, son Dios, se postrará ante ellas, dándole culto como si fueran Dios e incluso dando su vida por ellas.
         Hay una sola forma de buscar y encontrar a Dios con toda seguridad, sin temor alguno a equivocarnos y es guiados por la Virgen Santísima: quien acude a la Virgen, encuentra a su Hijo, Dios encarnado, Jesucristo. Y no lo encuentra de forma abstracta, idealizada, o en mera imagen: lo encuentra a Cristo Dios en la Eucaristía, Presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Guiado por el Inmaculado Corazón de María, el hombre busca y encuentra a Cristo Dios, Presente en Persona en la Eucaristía.
         Entonces, el hombre es buscador de Dios por esencia y lo encuentra en la Eucaristía a través de la Virgen.
        

martes, 22 de octubre de 2013

Novena a Nuestra Señora de la Eucaristía (II)


         Meditación
         Nuestra Señora de la Eucaristía, la Mujer del Génesis y del Apocalipsis
Vista con ojos humanos, la imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía nos muestra a una joven mujer que lleva en sus brazos a un niño, su hijo. Está vestida a la usanza antigua, con un vestido ceñido a la cintura y un gran manto de color verde que desde su hombro cubre casi todo su cuerpo. El niño, cuya edad es de unos tres años, está vestido solo con un manto blanco de lino y su pequeño cuerpo es sostenido por los frágiles brazos de su madre. Con toda seguridad, madre e hijo vienen de la vid, a juzgar por las uvas que traen entre ambos, y se dirigen a un lugar fresco y reposado de la casa, para disfrutar del racimo de uvas entre ambos. Vista con ojos humanos, parece una doncella de la Antigüedad con su hijo en brazos, retratados en un momento de la vida cotidiana de esos tiempos.
Sin embargo, no podemos ver a Nuestra Señora de la Eucaristía con ojos humanos, porque es una imagen que viene del cielo y por lo tanto, solo podemos verla con los ojos de la Fe; de lo contrario, corremos el riesgo de perder de vista el significado sobrenatural y celestial de la devoción.
Lo que la fe nos dice es que la joven doncella es la Virgen, la Madre de Dios (cfr. Is 7, 14), la Mujer que en el Génesis aplasta la cabeza de la Serpiente Antigua (cfr. Gn 3, 15); es la Mujer por cuya intercesión el Hijo de Dios comienza en Caná de Galilea a obrar públicamente prodigios asombrosos entre los hombres, el primero de todos, la conversión del agua en vino (cfr. Jn 2, 1-11); es la Mujer que acompaña en su Agonía redentora al Hombre-Dios, “al pie de la Cruz” (Jn 19, 25) y que al pie de la Cruz se convierte en Madre celestial de todos los hombres (cfr. Jn 19, 27); la fe nos dice que esta doncella es la Mujer que en el Apocalipsis aparece en el cielo, como una gran señal, “toda revestida de sol” (12, 1), porque el sol es símbolo de la gracia divina y Nuestra Señora de la Eucaristía es la Virgen Inmaculada, la Llena de gracia, Tabernáculo Purísimo de la Gracia Increada.
La fe nos dice que los femeninos y maternales brazos de esta Mujer, en apariencia frágiles y delgados, son los más fuertes del mundo, porque sostienen a un Niño que es Dios encarnado, Jesucristo.
La fe nos dice que el Niño que lleva la Virgen es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios Hijo, que procede del seno del Padre desde la eternidad, que se encarnó en el seno purísimo de María para donar su Cuerpo como Pan de Vida eterna y que prolonga su Encarnación y Don de sí mismo en la Eucaristía, en la Santa Misa.
Vista con los ojos de la fe, la imagen de Nuestra Señora de la Eucaristía supera todo lo que podemos pensar o imaginar, porque es la Mujer del Génesis, de Caná, de la Pasión, del Apocalipsis, que en la Santa Misa nos dona a su Hijo, que es El que vence a la Serpiente, que es El que convierte el vino en su Sangre, que es Quien abre sus brazos en la Cruz del altar, que es el Cordero Inmaculado que entrega su Cuerpo en la Eucaristía para nuestra salvación.
Por el insondable misterio que encierra, no podemos ver a Nuestra Señora de la Eucaristía con ojos humanos, sino con los ojos de la fe.
Intención para el Día 2 de la Novena:

Nuestra Señora de la Eucaristía, intercede por nosotros para que veamos en Ti a la Madre de Dios y en tu Hijo a Nuestro Salvador Jesucristo, que nos ofrece en cada Eucaristía su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Amén.