miércoles, 20 de abril de 2011

LA SAGRADA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO




JESÚS COMPARTE SUS ÚLTIMOS DOLORES CON LUZ DE MARÍA,

SU PROFETA Y SU ALMA VÍCTIMA.

INTRODUCCIÓN

Por misericordia infinita, mi Divino Esposo Jesús se ha dignado manifestar Su Pasión en mi débil cuerpo, para permitirme compartir con Él los sufrimientos de Su Dolorosa Pasión.

Sea todo para la “mayor gloria de Dios y salvación de las almas”. Amén.

RELATO

A continuación, relato lo que Nuestro Señor Jesucristo me ha permitido vivir el día de ayer, específicamente las “TRES HORAS DE AGONÍA EN LA CRUZ”.

Él me comparte Su Sagrada Pasión. Y ayer viví y sentí los dolores que Mi amado Señor Jesucristo vivió en los momentos últimos de Su Crucifixión.

En la Cruz, el Rey de todo lo creado permaneció rodeado de los Ángeles que no se separaron de Él ni un instante. Ellos acompañaron a Su Rey, con sumo recogimiento, veneración y dolor.

Ante esta escena final, todo lo creado por la Mano del Padre, se estremece.

Mi Amado está Coronado de Espinas, las cuales rozan la Cruz y se hunden en Su Sacratísima Cabeza en la parte posterior. El dolor de cada instante va siendo aumentado por nuevos sufrimientos a los que es sometido.

Él sufre las consecuencias de la soberbia humana en Su propio Cuerpo, mientras Su Espíritu se manifiesta en Amor infinito por nosotros. Así Él se entrega todo a la humanidad y ofrece Su Sagrada Pasión por los pecados de todas las generaciones.

Compartiéndome Nuestro Señor Su dolor, por cada espina que se hunde más fuertemente en Su Divina Cabeza, ofrece también estos dolores por los malos pensamientos de los hombres, por las malas acciones, por la inteligencia mal utilizada, por las mentes que perversamente atentan contra el don de la vida, por el rencor, por la impaciencia y demás actos de ingratitud.

Siento desgarrarse mis manos por el peso del cuerpo que es atraído hacia abajo por ley natural y hace que mis manos unidas, unidas a las de mi Jesús, duelan atrozmente.

Pero más que el dolor causado por los clavos, vivo en mí el dolor que mi Amado siente en Sus Entrañas, es un dolor que supera todo lo físico. Un dolor de Amor Sublime: el dolor del Rey que es crucificado constantemente por los malos actos que Sus hijos cometen con las manos. El agobio de tantas horas hace que mis dedos se adormezcan y siento el frío que les invade cuando ya la sangre no circula. Los dedos amoratados toman vida de un momento a otro, cuando las criaturas humanas reparan por los daños cometidos con las manos. En este momento, Jesús mira todas las consagraciones realizadas por rutina, o sin fe, y se duele y las repara no sólo por esto, sino por los homicidios, por los robos, por los pecados de la carne, por los abortos y demás pecados que son cometidos con las manos.

No puedo dejar desapercibida mi garganta, que es llevada a compartir esa amargura que llega hasta ella al ascender los jugos gástricos que queman continuamente y con ellos la sangre sube y casi me causa asfixia; la respiración se corta y en cuanto respiro, el ahogo llega continuamente, las náuseas no se hacen esperar y en el afán de no dejar de respirar, al inhalar con fuerza, los líquidos entran a los pulmones con rapidez. La respiración se corta y se dificulta más. Y Jesús Divino me alienta a reparar, a no dejar que este ahogo pueda más que Su Amor por la humanidad. Y yo junto a Mi Jesús, reparo por toda palabra salida de la boca del hombre, por cada difamación, por cada calumnia, por cada desamor, por cada murmuración, por cada mala palabra proferida con placer y conciencia, y por todo aquello que no es palabra de bendición.

Sin dejarse vencer ante este grado supremo de dolor, Mi Jesús me alienta a permanecer con Él en el Madero Santo, y soportar con amor los dolores que se agudizan con mayor intensidad. Los espasmos en el aparato digestivo son continuos. El Divino Cuerpo ha sido golpeado constantemente, desde la noche en que fue apresado hasta este momento en la Cruz. El sangrado interno que había sido provocado por los golpes y las heridas de la flagelación, se ha derramado en el camino. No hay carne sobre los huesos, y miro a los Ángeles recogiendo en unos cálices esa Sangre Divina, fruto de Redención para todo el género humano.

La garganta está ya tan seca, que la saliva y los jugos gástricos dejan de salir y la hiel deja ese amargo sabor en la boca. ¡TENGO SED!, exclama Jesús… y le dan vinagre; y en este vinagre mira a esta generación en especial, esta generación que le ha dado y le está dando amarga hiel.

Las piernas me tiemblan, y nuestro Amado Jesús al ofrecer y reparar por la humanidad, se apoya sobre los Pies heridos y traspasados por el enorme clavo que parece convertirse en pesada cadena que no deja a la humanidad dar pasos hacia la vida eterna, sino que la mantiene sujeta al pecado. Los tendones llagados saltan y los músculos asoman en las piernas. Y miro como la furia del hombre no ha dejado piel sobre el Cuerpo del Rey. Con saña los verdugos han descargado sobre el Cordero Divino todo el odio de la humanidad, es un Cuerpo totalmente sangrante, impresionante, un Cuerpo Santísimo que no se mira a Sí mismo, y que con todo el Amor Infinito va a ofrecer hasta la última gota de Su Preciosísima Sangre para lavar el pecado de la humanidad a la que ama, ama…

En este momento no siento las piernas. Jesús me lleva a reparar los pasos enlodados por el fango de la maldad del género humano. Las piernas me tiemblan al sentir los pasos agigantados de la humanidad que corre movida por la maldad que intenta arrebatarle el alma. Tiemblan, al mirar a la humanidad correr tras falsos dioses que acarrean la guerra, la incertidumbre, la lujuria. Tiemblo ante una humanidad que despoja a Jesús de Su Reino y le desconoce. Es tanto el amor por Sus creaturas, que Jesús se ofrece por ellas y elevando Su mismo Corazón, dirige a Su Padre las palabras que contienen toda Su esencia: ¡“PADRE, PERDÓNALES PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”!

Estas palabras colmadas del mismo Germen de Amor Divino, estremecen a toda la Creación, y ésta enmudece al mirar la crueldad de Sus enemigos que como una lanza atraviesa el Costado del Rey y Señor de todo lo creado. Herida que en este instante se abre más profundamente con los actos cometidos en contra de la santidad del ministerio Sacerdotal, herida que en este presente lacera al Cuerpo Místico, herida de desamor de las personas consagradas que mundanizan este ministerio y lo profanan sin temor.

Ya mi cuerpo es sostenido sólo por el Amor, por el Amor, y con esto mi Señor Jesucristo me dice: ¡Hija, mira cuánto logra Mi Amor! Una gota, un suspiro de Mi Amor da vida. Y aquí lo coloco ante el hombre. ¡TÓMALO, TÓMALO HUMANIDAD, TÓMALO, BEBE MI AMOR!

La mirada nublada, y mi cuerpo unido al de Jesús se siente deshidratar totalmente. Miro una llaga de amor supremo pendiendo del Madero Santo. Ya mi Divino Jesús se dispone a exhalar Su Espíritu, los Ángeles todos lloran ante esta escena imposible de describir con palabras humanas, y exclaman: ¡Qué te han hecho, Rey, qué te han hecho los que Tú amas!... Doblando rodillas al pie de la Cruz de gloria y majestad, miran el Divino Cuerpo tembloroso.

Los Divinos Labios se han ocultado ante un Rostro que, aunque inflamado, no puede ocultar tan infinita belleza, tan infinito amor y… miro esos Divinos Ojos que en este momento miran a la Madre y a Su discípulo amado, y en este discípulo miran a todas las almas fieles que ofrecen su vida por amor a Él, a Su Madre y al prójimo.

Se fusiona al Madero Santo y eleva Su mirada al Cielo y en secreto le habla a Su Padre:

“Aquí yace Tu Amor por el hombre, aquí Me entrego por cada uno de ellos, aquí en este Madero pende Tu Hijo. ¡Padre! Por amor acepta Mi reparación por cada uno de ellos, en todos los tiempos. ¡Padre! Perdona a Tu Pueblo y dale la salvación. Aquí nace Mi Misericordia, en este Madero salvo a cada pecador arrepentido. No habrá criatura humana verdaderamente arrepentida que Mi Misericordia no alcance. Aquí yace, Padre, Tu Amor por Tus hijos, aquí, en Tu Hijo”.

Y con profundos dolores, atroces dolores, infinitos dolores, Nuestro Jesús rescata a aquellas almas que en el último suspiro de vida, Él las arrebata de las manos del maligno.

Miro, siento, toda la Creación enmudecer. El silencio es verdadero silencio, ni un cabello cae, todo guarda silencio.

El Hijo de Dios y Salvador de la humanidad se estremece en todo Su Cuerpo y desde las entrañas de Su Ser, los rayos de luz misericordiosa alcanzan a todos los seres humanos… y Jesús exhala Su Espíritu.

La tierra gime y se estremece, el agua se agita, el viento sopla con fuerza, la naturaleza grita.

El infierno teme ante el triunfo del Amor Divino.

El sol se oscurece, las estrellas se apagan, la luna se oscurece, rindiendo honores al Rey que ha vencido.

Este es mi vivir de los momentos últimos de Mi Amado Jesús en la Cruz.

Postrada ante mi buen Jesús Crucificado, y unida a toda la humanidad, le digo con todo mi amor:

“TE ADORAMOS OH CRISTO Y TE BENDECIMOS

PORQUE POR TU SANTA CRUZ Y MUERTE, REDIMISTE AL MUNDO”.


TESTIMONIO DE LUZ DE MARÍA


14 DE ABRIL DEL 2011

jueves, 14 de abril de 2011

Jesús pronuncia sus últimas palabras



Hija Mía, has oído y has visto Mis sufrimientos, acompáñame hasta el fin y comparte Mi dolor.Ya está enarbolada Mi Cruz.

¡He aquí la hora de la Redención del mundo!

Soy el espectáculo de burlas para la muchedumbre... pero también de admiración y de amor por las almas.

Esta Cruz, hasta ahora instrumento de suplicio, donde expiraban los criminales va a ser, en adelante, la luz y la paz del mundo. En Mis Sagradas Escrituras encontrarán los pecadores el perdón y la vida.

¡Mi Sangre lavará y borrará las manchas de sus pecados! ¡En Mis Sagradas Llagas vendrán las almas puras, a refrigerarse y abrasarse en Mi amor! En ellas se refugiarán y fijarán para siempre su morada.

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, no han conocido al que es su vida... Han descargado sobre él todo el furor de sus iniquidades. Mas Yo te lo ruego, ¡oh, Padre Mío!, descarga sobre ellas la fuerza de Tu Misericordia.

Hoy estarás Conmigo en el Paraíso, porque tu fe en la Misericordia de tu Salvador ha borrado tus crímenes... Ella te conduce a la vida eterna.

Mujer, ¡He ahí a Tu Hijo!... Madre Mía, ¡he ahí a Mis hermanos! Guárdalos, ámalos... no están solos.

¡Oh!, ustedes, por quienes He dado Mi vida Tienen ahora una Madre a la que pueden recurrir en todas sus necesidades. Los He unido a todos con los más estrechos lazos al darles Mi propia Madre. El alma no tiene ya derecho a decir a su Dios: ¿Por qué Me Has abandonado? En efecto, después de consumado el misterio de la Redención, el hombre ha vuelto a ser hijo de Dios, hermano de Jesucristo, heredero de la vida eterna...

Oh, Padre Mío... Tengo sed de Tu Gloria... y he aquí que ha llegado la hora... En adelante, realizándose Mis palabras, el mundo conocerá que Tú eres el que Me enviaste y serás glorificado.Tengo sed de Tu Gloria. Tengo sed de almas... y para refrigerar esta sed, He derramado hasta la última gota de Mi Sangre.

Por eso puedo decir: Todo está consumado. Ahora se ha cumplido el gran misterio de Amor por el cual Dios entregó al mundo a Su propio Hijo, para devolver al hombre la Vida... Vine al mundo para hacer Tu Voluntad, oh Padre Mío. ¡Ya está cumplida! A Vos entrego Mi alma.

Así las almas que cumplen Mi Voluntad podrán decir con verdad: “Todo está consumado…“ Señor Mío y Dios Mío, recibe Mi alma... la pongo en Tus amadas manos. Por las almas agonizantes ofrecí al Padre Mi muerte, y ellas tendrán la Vida.

En el último grito que lancé desde la Cruz, abracé a toda la humanidad pasada, presente y futura; el espasmo lacerante con el cual Me desprendí de la tierra, fue acogido por Mi Padre con infinito Amor y todo el Cielo exultó por El, porque Mi Humanidad entraba en la Gloria.

En el mismo instante en el cual entregué Mi Espíritu, una multitud de almas se encontró Conmigo: quien me deseaba desde hacía siglos y siglos, quien desde hace pocos meses, o días, pero todos intensamente. Pues bien, esta sola alegría bastó para todas las penas sufridas por Mí.

Deben saber que en memoria de aquel encuentro gozoso, Yo He decidido asistir, y muchas veces hasta visiblemente, a los moribundos. Otorgo a estos la salvación, para honrar a los que tan amorosamente Me acogieron en el Cielo.

Así, oren por estos moribundos porque Yo los amo mucho. Cuantas veces hagan el ofrecimiento del último grito que lancé al Padre serán escuchados; porque por él se Me conceden muchísimas almas.Fue un momento de gozo, cuando se presentó a Mí toda la Corte Celestial que, compacta y vibrante, esperaba Mi muerte. Pero entre todas las almas que Me rodeaban, una estaba particularmente alborozada; tanto que centellaba de gozo, de amor...

Era José quién, más que ningún otro, entendía qué gloria había adquirido después de tan acerbas luchas. El condujo a todas las almas que esperaban por Mí; a él se le concedió ser el primer Embajador Mío en el Limbo.

Los Angeles, en cada orden, Me rindieron honor de modo que Mi Humanidad, ya resplandeciente, fue circundada de innumerables Santos que Me adoraban y exaltaban.Hijos Míos, no hay cruces gloriosas en la tierra, están todas envueltas en misterio, en tinieblas, en exasperación. En misterio, porque no la entienden; en tinieblas, porque ofuscan la mente, porque golpean justamente en lugares donde no se querrá ser golpeado.No se lamenten, no se retarden; les digo Yo, que llevé no solo la Cruz de madera que Me condujo a la Gloria sino, sobre todo, aquella Cruz invisible pero permanente, que estaba formada por las cruces de sus pecados. Sí, y de sus sufrimientos. Todo lo que ustedes sufren fue objeto de Mis penas, puesto que no sufrí solamente para darles la Redención, sino también por lo que ustedes deben sufrir ahora. Miren el amor que me une a ustedes; en ello tengan la confirmación de Mi Santo Querer y únanse a Mí, observando cómo Yo Me comporté entre ilimitadas amarguras.He tomado como símbolo un madero, una cruz. Lo He llevado, con gran amor, por el bien de todos. He sufrido verdadera aflicción, para que todos pudiesen alegrarse en Mí. Pero hoy, ¿cuántos creen en el que verdaderamente los amó y los ama?... Contémplenme en la imagen del Cristo que llora y sangra. Allí y así, Me tiene el mundo.

Jesús es crucificado



Mira con qué crueldad Me rodean estos hombres endurecidos. Unos tiran de la Cruz y la tienden en el suelo; otros Me arrancan los vestidos pegados a las heridas, que se abren de nuevo y vuelve a brotar la sangre.

Miren, hijos queridos, cuánta es la vergüenza y la confusión que padezco al verme así, ante aquella inmensa muchedumbre. ¡Qué dolor para Mi alma!

Los verdugos que arrancan la túnica, que con tanto esmero Me revistió Mi Madre en Mi infancia y que había ido creciendo a medida que Yo crecía, la echan a suertes. ¿Cuál sería la aflicción de Mi Madre, que contempla esta escena? ¡Cuánto hubiera deseado Ella quedarse con la túnica teñida y empapada ahora con Mi Sangre!

Pero ha llegado la hora y, tendiéndome sobre la Cruz, los verdugos cogen Mis brazos y tiran para que lleguen a los taladros, preparados en ella...

Todo Mi Cuerpo se quebranta, se balancea de un lado a otro y las espinas de la corona penetran en Mi cabeza, más profundamente aún. Oigan el primer martillazo que clava Mi mano derecha... resuena hasta las profundidades de la tierra. Oigan aún... ya clavan Mi mano izquierda y, ante semejante espectáculo, los Cielos se estremecen, los Ángeles se postran. Yo guardo el más profundo silencio. Ni una queja, ni un gemido se escapan de Mis labios, pero Mis lágrimas se mezclan con la sangre que cubre Mi rostro.

Luego que han clavado las manos, tiran cruelmente de los pies... Las llagas se abren, los nervios se desgarran en Mis manos y brazos... los huesos se descoyuntan... ¡El dolor es intenso! ¡Mis pies son traspasados y Mi Sangre baña la tierra!… Contemplen un instante estas manos y estos pies ensangrentados... Este cuerpo desnudo, cubierto de heridas, de orines y de sangre. Sucio... Esta cabeza traspasada por agudas espinas, empapada de sudor, llena de polvo y cubierta de sangre...

Admiren el silencio, la paciencia y la conformidad con que acepto este sufrimiento. ¿Quién es el que sufre así, víctima de tales ignominias? ¡Es el Hijo de Dios! El que Ha hecho los cielos, la tierra, el mar y todo lo que existe... El que Ha creado al hombre, el que todo lo sostiene con Su poder infinito... está ahí inmóvil, despreciado, despojado y seguido por multitud de almas que abandonarán bienes de fortuna, familia, patria, honores, bienestar, gloria, cuanto sea necesario, para darle gloria y demostrarle el amor que les son debidos...

Estén atentos, Angeles del Cielo y, ustedes también, almas que Me aman...

Los soldados van a dar vuelta la Cruz para remachar los clavos y evitar que con el peso de Mi Cuerpo se salgan y Me dejen caer. Mi Cuerpo va a dar a la tierra el beso de paz. Y, mientras los martillazos resuenan por el espacio, en la cima del Calvario se realiza el espectáculo más admirable...

A petición de Mi Madre, que contemplando todo lo que pasaba y siéndole a Ella imposible darme alivio, implora la Misericordia de Mi Padre Celestial...

Legiones de Angeles bajan a sostener Mi Cuerpo, adorándolo, para que no roce la tierra y para evitar que lo aplaste el peso de la Cruz.

Contempla a tu Jesús, tendido sobre la Cruz, sin poder hacer el más ligero movimiento... desnudo, sin fama, sin honor, sin libertad... ¡Todo se lo han arrebatado! ¡No hay quién se apiade y se compadezca de su dolor! ¡Sólo recibe tormentos, escarnios y burlas!

Si me amas de veras ¿a qué no estarás dispuesto para asemejarte a Mí? ¿Qué rehusarás para obedecerme, complacerme y consolarme?... Póstrate en tierra y deja que te diga unas palabras:

¡Que Mi Voluntad triunfe en ti!

¡Que Mi amor te destruya!

¡Que tu miseria Me glorifique!

Jesús es ayudado a llevar la cruz



Voy camino hacia el Calvario. Aquellos hombres inicuos, temiendo verme morir antes de llegar al término, se entienden entre sí para buscar a alguien que Me ayude a llevar la Cruz y requisaron a un hombre de las cercanías llamado Simón.

Míralo, detrás de Mí, ayudándome a llevar la Cruz y considera ante todo dos cosas: Este hombre carece de buena voluntad; es un mercenario, porque si Me acompaña y comparte Conmigo el peso de la Cruz, es porque ha sido requisado. Por eso, cuando siente dema-siado cansancio, deja caer más el peso sobre Mí y así caigo en tierra dos veces.

Este hombre Me ayuda a llevar parte de la Cruz, pero no toda Mi Cruz...

Hay almas que caminan así en pos de Mí. Aceptan ayudarme a llevar Mi Cruz, pero se preocupan aún del consuelo y del descanso.

Muchas otras consienten en seguirme y, con este fin, han abrazado la vida perfecta. Pero no abandonan el propio interés, que sigue siendo, en muchos casos, su primer cuidado; por eso vacilan y dejan caer Mi Cruz, cuando les pesa demasiado; buscan la manera de sufrir lo menos posible, miden su abnegación, evitan cuanto pueden la humillación y el cansancio y, acordándose quizá con pena de los que dejaron, tratan de procurarse ciertas comodidades, ciertos placeres.

En una palabra, hay almas tan interesadas y tan egoístas que han venido a Mi seguimiento, más por ellas que por Mí. Se resignan tan solo a aportar lo que les molesta y que no pueden apartar... No me ayudan a llevar mas que una parte de Mi Cruz; muy pequeña y de tal suerte, que apenas si pueden adquirir los méritos indispensables para su salvación. Pero, en la eternidad, verán cuán lejos han quedado en el camino que debían recorrer.

Por el contrario, hay almas, y no pocas que, movidas por el deseo de su salvación pero sobre todo por el amor que les inspira la vista de lo que por ellas He sufrido, se deciden a seguirme en el camino del Calvario; se abrazan con la vida perfecta y se entregan a Mi servicio, no para ayudarme a llevar parte de la Cruz, sino para llevarla toda entera. Su único deseo es descansarme, consolarme; se ofrecen con este fin a todo cuanto les pide Mi voluntad, buscando cuanto pueda agradarme; no piensan ni en los méritos, ni en la recompensa que les espera, ni en el cansancio, ni en el sufrimiento que resultará para ellas.

Lo único que tienen presente es el amor que pueden demostrarme, el consuelo que Me procuran...

Si Mi Cruz se presenta bajo la forma de la enfermedad, si se oculta debajo de un empleo contrario a sus inclinaciones y poco conforme a sus aptitudes, si va acompañada de algún olvido de las personas que las rodean, la aceptan con entera sumisión.

¡Ah!, estas almas son las que verdaderamente llevan Mi Cruz, la adoran, se sirven de ella para procurar Mi Gloria, sin otro interés ni paga que Mi amor. Son las que Me consideran y glorifican...

Tengan como cosa cierta que, si ustedes no ven el resultado de sus sufrimientos, de su abnegación, o lo ven más tarde, no por eso han sido vanos e infructuosos, mas por el contrario, el fruto será abundante.

El alma que verdaderamente ama, no cuenta lo que ha sufrido y trabajado, ni espera tal o cual recompensa; busca tan solo aquello que cree de gloria para su Dios... Por El no regatean trabajos ni fatigas. No se agita ni se inquieta ni, mucho menos, pierde la paz si se ve contrariada o humillada; porque el único móvil de sus acciones es el amor, y el amor abandona las consecuencias y los resultados.

He aquí el fin de las almas que no buscan recompensa. Lo único que esperan es Mi Gloria, Mi consuelo, Mi descanso; por eso han tomado toda Mi Cruz y todo el peso que Mi Voluntad quiere cargar sobre ellas.

Hijos Míos, llámenme por Mi nombre, pues Jesús quiere decir todo. Yo lavaré sus pies, aquellos pies que han pisado una senda resbaladiza y que ahora están heridos por los golpes contra las piedras. Yo los enjugaré, los sanaré, los besaré y quedarán sanos, y no conocerán ya ninguna otra senda que la que conduce a Mí.

¡Ya estamos en el Calvario! La multitud se agita porque se acerca el terrible momento... Extenuado de fatiga, apenas si puedo andar. Mis pies sangran por las piedras del camino... Tres veces he caído en el trayecto. Una para dar fuerza de convertirse a los pecadores, habituados al pecado. Otra para dar aliento a las almas que caen por fragilidad y, a las almas que ciega la tristeza y la inquietud, animarlas a levantarse y a emprender con valor el camino de la virtud.

Y la tercera, para ayudar a las almas a salir del pecado a la hora de la muerte.

La Madre de Dios consuela a su Hijo camino del Calvario



Para Mí, lo más amado en la tierra es Mi Madre; y no solamente no la puedo consolar, sino que el lamentable estado en que Me ve, procura a Su Corazón un sufrimiento semejante al Mío. Deja escapar un sollozo. ¡La muerte que Yo sufro en Mi Cuerpo, la recibe Mi Madre en el Corazón!... ¡Cómo se clavan en Mí Sus ojos y los Míos se clavan también en Ella! No pronunciamos una sola palabra, pero cuántas cosas dicen Nuestros Corazones en esta dolorosa mirada.

Sí, Mi Madre presenció todos los tormentos de Mi Pasión, que por revelación divina se presentaban a Su espíritu. Además, varios discípulos, aunque permanecían lejos por miedo a los Judíos, procuraban enterarse de todo e informaban a Mi Madre... Cuando supo que ya se había pronunciado la sentencia de muerte, salió a Mi encuentro y no Me abandonó hasta que Me depositaron en el sepulcro.

Jesús camino de la cruz

Jesús lleva la cruz, camino del Calvario.


Vamos a continuar, hijita. Sígueme en el camino del Calvario, agobiado bajo el peso de la Cruz

En tanto que Mi Corazón estaba abismado de tristeza por la eterna perdición de Judas, los crueles verdugos, insensibles a Mi dolor, cargaron sobre Mis hombros llagados, la dura y pesada Cruz en que había de consumar el misterio de la Redención del mundo.

Contémplenme, ángeles del cielo. Vean al Creador de todas las maravillas, al Dios a Quien rinden adoración los espíritus celestiales, caminando hacia el Calvario y llevando sobre sus hombros el leño santo y bendito que va a recibir su último suspiro.

Véanme también ustedes, almas que desean ser Mis fieles imitadoras. Mi Cuerpo, destrozado por tanto tormento camina, sin fuerzas, bañado de sudor y de sangre...

¡Sufro, sin que nadie se compadezca de Mi dolor! La multitud Me acompaña y no hay una sola persona que tenga piedad de Mí. Todos Me rodean como lobos hambrientos, deseosos de devorar su presa... Es que todos los demonios salieron del infierno para hacer más duro Mi sufrimiento.

La fatiga que siento es tan grande, la Cruz tan pesada, que a la mitad del camino caigo desfallecido. Vean cómo Me levantan aquellos hombres inhumanos del modo más brutal: uno Me agarra de un brazo, otro tira de Mis vestidos, que están pegados a Mis heridas, volviendo a abrirlas... Este Me coge por el cuello, otro por los cabellos, otros descargan terribles golpes en todo Mi Cuerpo, con los puños y hasta con los pies.

La Cruz cae sobre Mi y su peso Me causa nuevas heridas. Mi rostro roza sobre las piedras del camino y, con la sangre que por él corre, se pegan a Mis ojos, que están casi cerrados por los golpes; el polvo y el lodo se juntan a la sangre y quedo hecho el objeto más repugnante.

Mi Padre envía ángeles para que Me ayuden a sostenerme; para que Mi Cuerpo no pierda el conocimiento al desplomarse; para que la batalla no sea ganada antes de tiempo, y pierda Yo a todas Mis almas.

Camino sobre las piedras que destrozan Mis pies, tropiezo y caigo una y otra vez. Miro a cada lado del camino en busca de una pequeña mirada de amor, de una entrega, de una unión a Mi dolor pero... no veo a ninguno.

Hijos Míos, los que siguen Mis huellas, no suelten su cruz por más pesada que ésta les parezca. Háganlo por Mí, que cargando su cruz, Me ayudarán a cargar la Mía y, por el duro camino, encontrarán a Mi Madre y a las almas santas que irán dándoles ánimo y alivio.

Sigan Conmigo unos momentos y, a los pocos pasos, Me verán en presencia de Mi Madre Santísima que, con el Corazón traspasado por el dolor, sale a Mi encuentro para dos fines: para cobrar nueva fuerza de sufrir a la vista de Su Dios y para dar a Su Hijo, con Su actitud heroica, aliento para continuar la obra de la Redención.

Consideren el martirio de estos dos Corazones.

Lo que más ama Mi Madre es Su Hijo...

No puede darme ningún alivio y sabe que su vista aumentará aún más Mis sufrimientos; pero también aumentará Mi fuerza para cumplir la voluntad del Padre.

Jesús es coronado de espinas



En el Querer de Mi Padre He vivido días de intensa tristeza, sin quejarme, pero en la aceptación de lo que quería hacerme sentir el Padre.

Cuando fui apresado en el Huerto, los que Me acusaban estaban prontos a toda mentira y Me dejé llevar a donde quisieran, sin resistir en lo más mínimo. Y cuando quisieron ceñirme la cabeza con la corona de espinas, incliné sin más la cabeza, porque lo tomaba todo de las manos de Aquel que Me envió al mundo.

Cuando los brazos de aquellos hombres crueles estuvieron rendidos, a fuerza de descargar golpes sobre Mi Cuerpo, colocaron sobre Mi cabeza una corona tejida con ramas de espinas y, desfilando por delante de Mí, Me decían: ¿Conque eres Rey?... ¡Te saludamos!

Unos Me escupían, otros Me insultaban, otros descargaban nuevos golpes contra Mi cabeza; cada uno añadiendo un nuevo dolor a Mi Cuerpo, maltratado y deshecho. Estoy cansado, no tengo dónde descansar; préstame tu corazón y tus brazos, para cobijarme en tu amor. Tengo frío y fiebre; abrázame un instante, antes de que continúen destruyendo este templo de amor. Los soldados y verdugos, con sus manos sucias, empujan Mi Cuerpo; otros con asco de Mi Sangre, me empujan con sus lanzas y vuelven a abrir Mi carne; Me sientan con un empujón sobre un lugar de piedras filosas, lloro en silencio por el dolor y ellos, en forma grotesca, se burlan de Mis lágrimas. Finalmente, desgarran Mis sienes encajándome la corona de ramas trenzadas de espinas.

Consideren cómo, con esa corona, quise expiar los pecados de soberbia de tantas almas que se dejan subyugar por la falsa opinión del mundo, deseando ser estimadas con exceso. Permití, sobre todo, que Me coronasen de espinas y que así Mi cabeza sufriese cruelmente, a fin de reparar por la humildad voluntaria, las repugnancias y las orgullosas pretensiones de tantas almas que se niegan a seguir el camino trazado por Mi Providencia, por juzgarlo indigno de su mérito y de su condición.

Ningún camino es humillante cuando está trazado por la Voluntad de Dios... En vano intentarán engañarse a ustedes mismos pensando seguir la voluntad de Dios y en la plena sumisión a cuanto les pida.

Hay en el mundo personas que, cuando llega el momento de la decisión (emprender un nuevo género de vida), reflexionan y examinan los deseos de su corazón. Tal vez encuentren, en aquel o en aquella a quien piensan unirse, los fundamentos sólidos para una vida cristiana y piadosa; quizás verán que cumplen sus deberes de familia que reúne, en fin, lo necesario para satisfacer sus deseos de felicidad; pero la vanidad y el orgullo vienen a oscurecer su espíritu y se dejan arrastrar por el afán de figurar, de lucir.

Entonces, se ingenian para buscar a alguien que, siendo más noble, más rico, satisfaga su ambición. ¡Ah! Cuán neciamente se ciegan. No, les diré, no encontrarán la verdadera felicidad en este mundo, y ojalá la encuentren en el otro. ¡Miren bien, que se ponen en gran peligro!

Hablaré también a las almas a quienes llamó el camino de la perfección. Cuántas ilusiones en las que Me dicen que están dispuestas a hacer Mi Voluntad y que clavan en Mi cabeza las espinas de Mi corona.

Hay, respectivamente, almas a quienes quiero para Mí. Conociéndolas y amándolas, deseo colocarlas donde vivo, en Mi sabiduría infinita, en la que encontrarán cuanto es necesario para llegar a la santidad: ahí será donde Me haré conocer a ellas y donde Me darán más consuelo, más amor y más almas.

Pero, ¡cuántas decepciones! Cuántas almas se ciegan por el orgullo y la soberbia o por una mezquina ambición. Llena la cabeza de vanos e inútiles pensamientos, se niegan a seguir el camino que les traza Mi amor.

Almas que Yo había elegido, ¿creen cumplir Mi Voluntad resis-tiendo a la voz de la gracia que los llama y encamina por esa senda, que su orgullo rechaza?

Hija Mía, amor de Mis dolores, consuélame; haz en tu corazón pequeñito un trono para tu Rey y Salvador, y coróname de besos.

Coronado de espinas y cubierto con un manto púrpura, los soldados Me presentaron de nuevo a Pilatos. No encontrando en Mí delito para castigarme, Pilatos Me hizo varias preguntas, diciéndome que por qué no le contestaba, sabiendo que él tenía todo poder sobre Mí.

Entonces, rompiendo Mi silencio, le dije: “No tendrías ese poder si no se te hubiese dado de arriba; pero es preciso que se cumplan las Escrituras.”

Y, abandonándome a Mi Padre Celestial, callé nuevamente...

Jesús es flagelado



Mírenme, amados Míos, dejándome conducir, con la mansedumbre de un cordero, al tremendo suplicio de la flagelación. Sobre Mi cuerpo, ya cubierto de golpes y agobiado de cansancio, los verdugos descargan cruelmente —con cuerdas trenzadas, con varas— terribles azotes. Es tanta la violencia con que Me castigan, que no quedó en Mí un sólo lugar que no fuese presa del más terrible dolor... Los golpes y puntapiés Me ocasionaron innumerabls heridas... Las varas arrancaban pedazos de Mi piel y Mi carne. La Sangre brotaba de todos Mis miembros... Caí una y otra vez por el dolor que Me causaban los golpes en Mi virilidad. Mi cuerpo estaba en tal estado, que más parecía monstruo que hombre. Los rasgos de Mi cara habían perdido su forma, era un sólo edema.El pensamiento de tantas almas, a quienes más tarde iba a inspirar el deseo de seguir Mis huellas, Me consumía de amor.

Durante las horas de prisión las veía fieles imitadoras, aprendiendo de Mí mansedumbre, paciencia, serenidad. No sólo para aceptar los sufrimientos y desprecios, sino aún amando a los que las persiguen y, si es necesario, sacrificándose por ellos como Yo Me sacrifiqué.

Cómo Me encendía cada vez más en deseos de cumplir perfectamente la Voluntad de Mi Padre, en aquellas horas de soledad, en medio de tanto dolor. ¡Cómo Me ofrecí a reparar Su Gloria ultrajada!

Así ustedes, almas religiosas, que se encuentran en la prisión escogida por amor, que más de una vez pasan a los ojos de las criaturas por inútiles y quizá por perjudiciales, no teman. Dejen que griten contra ustedes y, en esas horas de soledad y dolor, unan íntimamente su corazón a su Dios, único objeto de su amor. ¡Reparen Su Gloria, ultrajada por tantos pecados!

Jesús ora en el Huerto

"Sufrí en el Huerto más que en el Calvario".


Nadie cree en verdad que sudé sangre aquella noche en Getsemaní y pocos creen que sufrí mucho más en esas horas que en la crucifixión. Fue más dolorosa, porque Me fue manifestado claramente que los pecados de todos eran hechos Míos y Yo debía responder por cada uno. Así Yo, inocente, respondí al Padre como si fuese verdaderamente culpable de deshonestidad.

Yo, puro, res-pondí al Padre como si estuviese manchado de todas las impurezas que han hecho ustedes, mis hermanos, deshonrando a Dios, que los creó para que sean instrumentos de la grandeza de la creación y no para desviar la naturaleza concedida a ustedes, con el fin de llevarla gradualmente a sostener la visión de la pureza en Mí, su Creador.

Por lo tanto, fui hecho ladrón, asesino, adúltero, mentiroso, sacrílego, blasfemo, calumniador y rebelde al Padre, a quien He amado siempre.En esto, precisamente, consistió Mi sudor de sangre: en el contraste entre Mi amor por el Padre y Su Voluntad. Pero obedecí hasta el fin y, por amor a todos, Me cubrí de la mancha con tal de hacer el Querer de Mi Padre y salvarlos de la perdición eterna.Considera cuántas agonías más que mortales tuve aquella noche y, créeme, nadie podía aliviarme en tales congojas, porque más bien veía cómo cada uno de ustedes se dedicó a hacerme cruel la muerte que se Me daba en cada instante por las ofensas cuyo rescate He pagado por entero. Quiero que se conozca una vez más cómo amé a todos los hombres en aquella hora de abandono y de tristeza sin nombre...

Es tiempo de trabajar, no Me pidas nada porque hay alguien que piensa en tí.Quiero decir a Mis almas la amargura, el tremendo dolor que llenaba Mi Corazón esa noche. Si bien era grande Mi alegría de hacerme compañero de los hombres hasta el fin de los siglos y Alimento divino de las almas, y veía cuántas Me rendirían homenaje de adoración, de amor, de reparación, no fué poca la tristeza que Me ocasionó el contemplar a todas aquellas almas que habrían de abandonarme en el Sagrario y cuántas dudarían de Mi presencia en la Eucaristía.

¡En cuántos corazones manchados, sucios y completamente desgarrados por el pecado tendría que entrar y cómo Mi carne y Mi Sangre, profanadas, se convertirían en motivo de condenación para muchas almas! Tú no puedes comprender la forma en la cual contemplé todos los sacrilegios, ultrajes y tremendas abominaciones que se cometerían contra Mí... Las muchísimas horas que iría a pasar sólo en los Sagrarios.

¡Cuántas noches largas! ¡Cuántos hombres rechazarían los amorosos llamados que les dirigiría!Por amor a las almas, permanezco prisionero en la Eucaristía, para que en sus dolores y pesares vayan a consolarse con el más tierno de los corazones, con el mejor de los padres, con el más fiel amigo. Pero ese amor, que se consume por el bien de los hombres, no va a ser correspondido.

Moro en medio de los pecadores para ser su salvación y su vida, su médico y su medicina; y ellos, en cambio, pese a su naturaleza enferma se alejan de Mi, Me ultrajan y Me desprecian.¡Hijos Míos, pobres pecadores! No se alejen de Mí, los espero noche y día en el Sagrario. No voy a reprochar sus crímenes. No voy a echarles en cara sus pecados. Lo que haré será lavarlos con la Sangre de Mis llagas. No teman, vengan a Mí. ¡No saben cuánto los amo!

Y ustedes, almas queridas, ¿por qué están frías e indiferentes a Mi amor? Sé que tienen que atender las necesidades de su familia, de su casa y del mundo que los solicita sin cesar. Pero, ¿no tendrán un momento para venir a darme prueba de su amor y de su gratitud? No se dejen llevar de tantas preocupaciones inútiles y reserven un momento para venir a visitar al Prisionero del amor.

Si su cuerpo está enfermo, ¿no pueden encontrar unos minutos para buscar al Médico que debe curarlos? Vengan a quien puede devolverles las fuerzas y la salud del alma... Den una limosna de amor a este Mendigo divino que los llama, los desea y los espera.

Estas palabras producirán en las almas el efecto de una gran realidad. Penetrarán en las familias, en las escuelas, en las casas religiosas, en los hospitales, en las prisiones, y muchas almas se rendirán a Mi amor.

Los más grandes dolores Me vienen de las almas sacerdotales y religiosas.

En el instante de instituir la Eucaristía, vi a todas las almas privilegiadas que se alimentarían con Mi Cuerpo y con Mi Sangre, y los efectos producidos en ellas. Para algunas, Mi Cuerpo sería remedio a su debilidad; para otras, fuego que llegaría a consumir sus miserias, inflamándolas con amor. ¡Ah!... Esas almas reunidas ante Mi, serán un inmenso jardín en el cual cada planta produce diferente flor, pero todas me recrean con su perfume... Mi Cuerpo será el sol que las reanime. Me acercaré a unas para consolarme, a otras para ocultarme, en otras descansaré.

¡Si supieran, almas amadísimas, cuán fácil el consolar, ocultar y descansar a todo un Dios!

Este Dios que los ama con amor infinito, después de librarlos de la esclavitud del pecado, ha sembrado en ustedes la gracia incomparable de la vocación religiosa, los ha traído de un modo misterioso al jardín de sus delicias. Este Dios, Redentor suyo, se ha hecho su Esposo. Él mismo los alimenta con Su Cuerpo purísimo y con Su Sangre apaga su sed. En Mí encontrarán el descanso y la felicidad.

¡Ay, hijita! ¿Porqué tantas almas, después de haberlas colmado de bienes y de caricias, han de ser motivo de tristeza para Mi Corazón? ¿No Soy siempre el mismo? ¿Acaso He cambiado para ustedes?... ¡No! Yo no cambiaré jamás y, hasta el fin de los siglos, los amaré con predilección y con ternura.

Sé que están llenos de miserias, pero esto no me hará apartar de ustedes Mis miradas más tiernas y con ansia los estoy esperando, no sólo para aliviar sus miserias, sino también para colmarlos de Mis beneficios.

Si les pido amor, no Me lo nieguen; es muy fácil amar al que es el Amor mismo. Si les pido algo caro a su naturaleza, les doy juntamente la gracia y la fuerza necesaria para que sean Mi consuelo.

Déjenme entrar en sus almas y, si no encuentran en ellas nada que sea digno de Mi, díganme con humildad y confianza: “Señor, ya ves los frutos que produce este árbol, ven y dime qué debo hacer para que, a partir de hoy, broten los frutos que Tú deseas”.

Si el alma Me dice ésto con verdadero deseo de probarme su amor, le responderé: Alma querida, deja que Yo mismo cultive tu amor...¿Sabes los frutos que obtendrás? La victoria sobre tu carácter reparará ofensas, expiará faltas. Si no te turbas al recibir una corrección y la aceptas con gozo, obtendrás que las almas cegadas por el orgullo se humillen y pidan perdón.

Esto es lo que haré en tu alma si Me dejas trabajar libremente. No florecerá en seguida el jardín, sino que darás gran consuelo a Mi Corazón...

De Mi Pasión quiero que consideres, sobre todo, la amargura que me causó el conocer los pecados que, oscureciendo la mente del hombre, lo llevan a las aberraciones. Estos pecados se admiten, la mayoría de las veces, como fruto de una natural conveniencia a la cual se dice, no puede oponerse la propia voluntad.

Hoy, muchos viven con graves pecados culpando a otros o al destino, sin posibilidad de salir de ellos. Esto ví en Getsemaní y conocí el gran mal que absorbería Mi Alma.

¡Cuantos se pierden así y cómo sufrí por ellos! Aún hoy, cuánto sufre Mi Corazón; y queriendo hallar alivio en Mis almas, Voy a ellas y las encuentro dormidas. Más de una vez, cuando quise despertarlas y sacarlas de sí mismas, de sus preocupaciones, Me contestan —si no con palabras, con obras: “ahora no puedo, estoy demasiado cansada, tengo mucho que hacer, ésto me perjudica la salud, necesito un poco de tiempo, quiero algo de paz.”

Insisto y digo suavemente a esa alma: No temas; si dejas por Mí ese descanso, Yo te recompensaré. Ven a orar Conmigo, ¡tan sólo una hora! ¡Mira, que en este momento es cuando te necesito! ¿Si te detienes, ¿ya se te hará tarde? ¡Cuántas veces oigo la misma respuesta! Pobre alma, no has podido velar una hora Conmigo.

Dentro de poco vendré y no Me oirás, porque estás dormida... Querré darte la Gracia pero, como duermes, no podrás recibirla y, ¿quién te asegura que tendrás después fuerza para despertar?... Es fácil que, privada de alimento, se debilite tu alma y no puedas salir de ese letargo.

A muchas almas las ha sorprendido la muerte en medio de un profundo sueño y, ¿dónde y cómo han despertado?

Almas queridas, deseo enseñarles también cuan inútil y vano es querer buscar alivio en las criaturas.

¡Cuántas veces están dormidas y, en vez de encontrar el alivio que voy a buscar en ellas, salgo con amargura porque no correponden a Nuestros deseos ni a Nuestro amor.

Cuando oré a Mi Padre y pedí ayuda, Mi alma triste y desamparada padecía angustias de muerte. Me sentí agobiado con el peso de las más negras ingratitudes.

martes, 12 de abril de 2011

Yo Soy vuestra vida, vuestra luz y vuestro refugio de Amor verdadero


"Mis hijos.
Abrid vuestro corazón a mis enseñanzas y obrad acorde a ellas, a mi Voluntad.
Ofreced todo cuanto os acontece y seréis salvos en Mí.
Mirad, mis hijos, con la mirada translúcida de amor y pureza y veréis que existen todavía corazones esperanzados y deseosos de AMOR.
No siempre se alcanza la gloria obrando y orando. Alcanzarán Mi gloria cuando pongan el corazón en vuestro obrar y en vuestra oración.
Seréis fecundos en la medida que déis frutos de Verdad que se intensifiquen y multipliquen y sean perpetuos cúmulos de AMOR.
Si os pesan y angustian situaciones presentes y aún pasadas, llevadlas a Mi Corazón, que Yo os haré de ellas una hermosa corona para Mi Pasión y os fortaleceré desde Mi Amor en la esperanza de la Resurrección.
Desde vuestra entrega y sufrimiento podré haceros brillar y resplandecer en el Reino de los cielos.
Yo Soy vuestra VIDA, vuestra luz y vuestro refugio de AMOR VERDADERO".
Jesús.

viernes, 8 de abril de 2011

La apostasía se basa en el error y la falsedad

La apostasía se palpa por su ignominia y falta de verdad; un apóstata confirma o supone cosas o dichos que son falsos y que no tienen sentido cristiano. Tiene sentimientos ficticios y superficiales; son poco confiables y confunden aún al más sabio de los sabios. Es innovador, pero sus ideas siempre giran alrededor de lo mismo; llega a exponer situaciones confusas que alteran las estructuras que no tienen buen fin ni buen sostén, ya que se sostienen en sentimientos vacíos y débiles.


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La luz que irradia un alma en gracia es la evidencia de Jesús y María, es el AMOR que nutre y une a lo salvífico, a lo que VIVIFICA y PERMANECE albergando serenidad y gozo.
Todo lo que proviene de nuestro Padre es resplandeciente y deja en nosotros paz.

Sólo el poder del Amor eterno sosiega y calma


María: "Ejerced en vosotros una unión más fuerte con Jesús, oprimid todo vuestro apego a lo mundano y seguidle.
Es su Corazón tan pleno de Amor el que los espera y los invita a ser VERDAD y VIDA en este mundo.
Los invita a que sean testigos de su VERDAD y a que irradien toda su luz evangelizadora.
Sean puros, mis hijos, porque desde esa pureza podrán ser abundantes para la gloria".
Jesús: "Es el poder de la tierra el que agrede vuestro espíritu, que frustra vuestro obrar. Sólo el poder de lo eterno, el poder del Amor, sosiega y calma, los ampara y beneficia en vuestro peregrinar hacia la luz, hacia el perdón que los reconcilia con Mi Corazón, con Mi Pasión, la que les evidencia cuánto los AMO y cuánto es de inmenso e incalculable el Amor que siente un Padre por sus hijos.
Un padre se olvida de sí para cobijar a sus hijos y hacerles sentir la calidez de su AMOR que aplaca todo desánimo y toda obstinación mediante una fuerza que sólo su corazón puede reflejar".



jueves, 7 de abril de 2011

Benditos quienes obren con amor puro y misericordioso


En todo renacer (a la gracia. N. del R.) se evidencia la Presencia salvífica de Jesús.
En todo ACTO DE AMOR se contempla la infinita y SUBLIME MISERICORDIA DE JESÚS.
"Benditos los que realicen desde un AMOR PURO Y MISERICORDIOSO OBRAS PARA RENACER ALMAS A LA "LUZ DE LA VERDAD", A LA LUZ DE LA VIDA.

miércoles, 6 de abril de 2011

Hijos, Jesús nunca los abandona


"Mis hijos: en cada misión que Jesús os envía desde su AMOR MISERICORDIOSO, os bendice y os realza a la luz de su santa SABIDURÍA.
Él siempre SERÁ VUESTRA GUÍA SI SE LO PERMITEN.
ÉL NUNCA LOS ABANDONA CUANDO OS CONCEDE UNA MISIÓN; OS FORTALECE CON INFINITAS GRACIAS.
Aprended, hijos míos, a percibirlas y obrad desde su paz.
Toda misión que se os encomienda DEBE SER ACEPTADA CON GRATITUD Y REALIZADA CON FIDELIDAD Y CONFIANZA.
Os bendigo.
María".

martes, 5 de abril de 2011

Oren, porque sólo la oración vence al Mal


Señor, abre nuestro corazón y únelo al tuyo, para que podamos percibir y transmitir tu paz.
"Mis hijos, os concedo Mi Paz en este Mi refugio de Amor; os concedo desde Mi Corazón todo lo que me pidáis, siempre que sea para Mi Gloria.
Os revivo en el AMOR misericordioso; os revelo toda mi Bondad en la unión que se evidencia con el Pan y el Vino.
Es todo mi sufrimiento un venturoso y generoso obsequio para vuestra alma.
Fortaleceos con Mi Cruz.
Confiad en Mí y seguidMe en todo momento.
No deseseperen, esperen, y sean ocasión de alegría y confianza".

Madre mía, enséñanos a ser tu compañía y escucha en tu Corazón nuestras súplicas y ruegos.
Madre mía, Reina de la Paz, te rogamos por la paz del mundo, por los que sufren guerras, soledad, por los que agonizan o ven agonizar a sus hijos o seres queridos. Fortalécelos con tu AMOR MATERNAL y cólmalos de tu paz. Devuélveles, a los que no tienen fe, la gracia de la conversión y ábreles el corazón para que puedan ser como tú lo pides, compasivos, y ejerzan la "Caridad", olvidándose de sí mismos.

"Mis hijos.
Oren por todas las batallas, tanto mundanas como espirituales, para que triunfe siempre el Bien sobre el Mal, para que verdaderamente exista, en los que tienen un corazón de piedra, disposición para recibir las gracias que se os conceden.
Oren, mis hijos, porque será el único recurso que podrá vencer al Mal.
Oren con mucha confianza y siembren paz por donde vayan".